Después de que Carlos, mi Alfa, murió luchando contra esos lobos forasteros, el antiguo Alfa, Marco, temía que me llevara a Felipe, su único heredero Alfa, y abandonara la Manada Arroyo Piedra, o, peor aún, que fuera marcada por otro Alfa.Sin embargo, rechacé cada pretendiente que mi madre trató de conseguirme, ahuyenté a cualquier macho que se acercara demasiado, y seguí tranquilizando tanto a Marco como a su compañera, diciéndoles que el linaje de Carlos se mantendría puro.Iba a honrar mi vínculo de compañeros con Carlos, para siempre.Habían pasado cinco años sin los cálidos abrazos de Carlos, sin su voz profunda susurrando en mi oído. Apreté los dientes durante tantas noches frías donde Felipe era mi único consuelo.Pero, entonces, en la ceremonia de Luna de Sangre que marcaba el quinto aniversario desde el «sacrificio» de Carlos, escuché a Marco rugiéndole a «Román».—¡Carlos! ¡Lobo egoísta y ciego! ¡¿Cuánto tiempo más vas a mantener esta farsa?!«¿Le dijo Carlos?» Se me h
Leer más