Capítulo 6
Muy pronto, Felipe y yo nos dirigimos al territorio de la Manada Luna Plateada, a un lugar llamado Pico Cresta Lunar, me llevaron a la guarida del Alfa Luciano.

La imponente figura de Luciano apareció en la entrada de la cueva. En cuanto sus ojos dorados se posaron en mi rostro pálido y mi aspecto débil, se suavizaron. Se acercó corriendo, lleno de preocupación.

—¡Elena! —dijo, avanzando a grandes zancadas y tomando cuidadosamente a Felipe de mis brazos.

Su mano cálida y seca acarició suavemente mi frente. Entonces, una poderosa ola de energía alfa fluyó hacia mí, calmando las heridas de mi alma.

—Estás herida —dijo, con voz grave, como si tratara de contener su ira.

León le contó rápidamente todo lo que había pasado en las Cascadas Sombra Lunar.

Luciano escuchó, y un destello frío brilló en sus ojos.

—Román... —pronunció el nombre con voz helada.

Durante los siguientes días, Luciano me cuidó de manera extraordinaria, y poco a poco, tanto mi cuerpo como mi espíritu, comenzaron a sanar.
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