>>> Margot Delacroix: Cedí ante Bastien… Él inclinó la cabeza, seguro de sí mismo, como siempre. Me tomó del dorso de la mano con esa firmeza suya habitual e imponente, y salimos de la oficina. Tap~ Tap~ Nuestros pasos resonaban en el pasillo mientras él iba hablando por teléfono. Llamó a Hugo, y luego, a la niñera principal de los mellizos para que los preparen. Salimos de la mansión. En las afueras recibí a mis bebitos. Bianca respiraba suavemente, se sentía cálida y estaba pegadita contra mi pecho; Charlie dormía con la boquita entreabierta, ese gesto tierno que me derretía el corazón. La limusina nos esperaba con las puertas abiertas. El aire de París era frío ese día bajo un cielo nublado. —Despacio… —murmuré, acomodando a Bianca. —Ya está —contestó Bastien, con un tono de voz grave, y acomodó a Charlie en el asiento especial. Ambos mellizos quedaron en sus asientos de seguridad especiales para recién nacidos. Las hebillas de seguridad encajaron. Bastien ajustó

>>> Bastien Delacroix: ✧✧✧ Hace tres años. ✧✧✧ La lluvia hacía un ruido fino contra el parabrisas de mi automóvil. Yo solté un profundo suspiro, y bajé la mirada a mis manos en el volante, como si pudiera apretar con los dedos toda la impaciencia que me recorría el pecho. Frente a mí, estaba la mansión Dubois, vieja y elegante, con las rejas negras brillando por el agua. Era por la mañana, pero el cielo estaba tan oscuro que parecía de tarde. París se volvía gris cuando llovía así. Todo olía a piedra mojada. Aparqué, abrí la puerta. Salí con mi gabardina negra puesta, subí los escalones de dos en dos, sin correr, pero rápido. La puerta se abrió antes de que tocara el timbre. Ese mayordomo de gesto cansado me sostuvo la mirada con profesional educación. —Monsieur Delacroix (Señor Delacroix) —inclinó apenas la cabeza—. Bienvenido. —Buenos días, Lucien —dije con confianza, después de todo eran miles de veces las que había ido a ese hogar en cinco años—. ¿Margot salió? —fue por

¡Margot se quedó en shock, ante las palabras de su marido! —Por el momento es todo lo que puedo decirte —continuó Bastien, con esa voz baja que sabía manejar cuando necesitaba que le creyeran—. Más tarde, en mi oficina, o mañana con calma, puedo mostrarte pruebas. Quiero que las veas conmigo, sin interrupciones. Te dejarán segura de lo que digo. Margot parpadeó, incrédula, con las pestañas húmedas aún. —Entonces dilo ahora —pidió ella con la voz ligeramente temblorosa—. Si ya empezaste… termina. No me dejes a medias, Bastien. Él negó despacio. No por falta de voluntad, sino por control. —No —dijo ese CEO—. Ahora no. Solo necesitas estar segura de algo: todo lo hago por ti. Por proteger lo que es tuyo, por la promesa que le hice a tu padre, y porque te amo, Margot. No voy a volver a dejarte ir. Tampoco quiero ocultarte nada que tarde o temprano sabrás. Ella apretó los labios, conteniendo otra pregunta. Se llevó el pañuelo a la comisura del ojo izquierdo, secó lo último de sus

>>> Margot Delacroix: Me lancé contra sus labios sin darle opción. Lo besé con fuerza, con rabia, con todo lo que me estaba comiendo por dentro… Ah, ¡demonios! ¿Quién se cree que es? ¡No puede solo provocarme y después irse! Bastien soltó un sonido bajo, con voz ronca cargada de excitación… —Mmm~ Fue un leve sonido que me vibró en la boca, y al segundo, me alzó en sus brazos como si mi cuerpo no pesara nada. Mi respiración se desordenó. Lo rodeé con las piernas, apretándome a él, y en dos pasos me dejó caer sobre la cama matrimonial. Pof~ Sentí el colchón hundirse, el golpe suave en mi espalda, y solté un jadeo. —¡Ah!~ Él se inclinaba sobre mí con esa mirada azul que me deja desnuda aunque aún llevara ropa… Esos, esos ojos que siempre me han parecido muy atractivos, pero que nunca me he animado a decirlo. Escuché el "clack" del celular al caer sobre la mesita. El sonido metálico de sus llaves al lado. Luego el raspado de la gabardina deslizándose por la silla, la corb

>>> Narrador: El amanecer entraba por las cortinas, con un brillo dorado que fue tocando las sábanas arrugadas, la piel tibia, el borde del respaldo. Margot abrió los ojos lentamente. —Mmmm…. Ella permaneció inmóvil un segundo, quedando en ese punto medio entre el sueño y los recuerdos. El aroma en la habitación era la mezcla de ellos dos… El latido de su corazón le golpeaba el pecho con cosquilleos. Parpadeó y estiró una mano por instinto, buscando el cuerpo grande y caliente a su lado. No encontró nada, solo las sábanas frías. —Bastien… —susurró apenas audible. En ese momento escuchó… Tap~ Tap~ Los pasos tranquilos viniendo del anexo. Ella giró la cabeza con el cabello pelirrojo revuelto pegado a la mejilla. Y lo vio: él apareció en la puerta, ya duchado, impecable, con el traje oscuro perfectamente puesto y la corbata anudada con precisión. Bastien se detuvo sobre la alfombra y la miró con esa atención callada que parecía abrazarla sin contacto. En sus labios