Capítulo 151La caída del titiritero.De madrugada, cuando la ciudad dormía entre el frío y el ambiente cargado de tensión, los teléfonos del refugio empezaron a vibrar en sincronía. Una notificación, otra, un enlace que replicaba un video —el mismo que alguien había logrado filmar desde el interior del laboratorio— y luego las cadenas informativas. Silvio, que dormía sentado en una silla con la barbilla apoyada en el pecho, se incorporó de golpe y dejó la pantalla con las manos temblando.—Llegó —dijo apenas, sin aliento—. Ya está en todos lados.Gabriel fue el primero en reaccionar físicamente: apartó la manta de la cama donde trataba de esperar en vela y se lanzó hacia la pantalla. Cuando vio el rostro de Elena en la toma robada, la bandeja con la jeringa vacía, el plano de la curva recta en el monitor, un sonido que no era ni queja ni grito escapó de su garganta. Se apoyó en la mesa, las uñas clavándose en la madera.—No… —murmuró—. No puede ser.Isabela estaba sentada a un lado,

Capítulo 153Fragmentos de ceniza.La ciudad seguía su rutina como si nada hubiera pasado. Coches, bocinas, una innumerable corriente de gestos que mantenían el mundo en marcha. Dentro del penthouse, sin embargo, el tiempo se había quebrado en fragmentos. Cada uno de ellos vivía dentro de una burbuja que compartía la dirección, pero no el ánimo. Eran signos de vida simultáneamente frágiles y obligados: lavar, cocinar, abrir el correo, contestar un mensaje. Gestos mecánicos que intentaban contener la marea.Teresa había vuelto al hospital y no había dejado de hacerlo desde la mañana siguiente. Había algo en la repetición de turnos, en la sucesión de pacientes que la mantenía en un estado de anestesia funcional. Cuando el motor del refugio se apagó la noche anterior y las luces se quedaron encendidas, ella siguió en la camilla de un quirófano, controlando ritmos, administrando, sosteniendo vidas ajenas para no tener que sostener la propia.Llegó a la sala de urgencias antes del amanecer

Capítulo 155El titiritero sin hilos.La celda de la comisaría conservaba un silencio que no era vacío sino compacto. Las paredes, grises y lisas, devolvían los pasos con un eco ensordecedor. Carlos Herrera no se movía mucho: sentado en la mesa de la sala de visitas, con la tablet apagada a un lado, miraba los papeles que su abogado le arrojaba como quien observa las fichas de un juego que antes siempre ganó. Hoy las fichas no respondían.—¿Qué hay de los pagos? —preguntó Herrera sin levantar la mirada—. ¿Han liberado los fondos de emergencia?El abogado, un hombre de voz cansada llamado Montalvo sacó un sobre de color neutro.—Nos han informado que la cuenta matriz fue bloqueada esta mañana. Hay una orden preliminar de auditoría internacional —Montalvo evitó la mirada—. No tenemos acceso a transferencias inmediatas.Herrera dejó escapar un bufido breve.—¿Qué me dicen los medios? —su voz buscó la pantalla, como si la televisión pudiera devolverle algún ápice de poder—. ¿Qué han pasad

Capítulo 157Planes casi perfectos.La noche siguiente se sentía fría, pesada. Como un presagio maldito. La noticia atravesó el penthouse como un corte en el vidrio: la voz del noticiero, grave, repitiendo la palabra que ninguno de ellos quería escuchar.—…fuentes oficiales confirman la fuga del empresario Carlos Herrera de la prisión preventiva… las autoridades han iniciado un operativo nacional…El televisor quedó en pausa en la cara que ya todos conocían: Herrera, sin gesto, mirada fija. Silvio apagó la pantalla con un gesto seco. Nadie dijo nada al principio; el silencio se alargó hasta hacerse un quejido.—No puede ser —murmuró Julián, poniéndose de pie y andando de un lado a otro—. ¿Cómo es que sucede esto ahora?—Suele pasar cuando alguien tiene quien lo quiera afuera —dijo Teresa en voz baja, con la mandíbula apretada—. Gente poderosa, mecanismos que funcionan fuera de los instrumentos legítimos. Lo sabemos.—No olvidemos que mi padre dijo que estaba en prisión porque así lo q

Capítulo 159La regla del miedo.En un despacho improvisado de paredes frías y ambiente tenso, Carlos Herrera hojeaba expedientes como quien repasa órdenes ya cumplidas y busca evaluar estrategias para su próxima jugada. Tenía la mirada de quien siempre encuentra una fisura donde otros solo ven muros. Aquella mañana, sin embargo, hubo algo diferente en su respiración: un alivio grato, la satisfacción de quien descubre que no todo el tablero ha sido robado.—¿Y? —preguntó Montalvo, sin levantar la vista del móvil. —Llegaron los registros —dijo uno de los hombres del equipo, tirando una carpeta sobre la mesa con un golpe seco que hizo eco en toda la sala.Herrera abrió la carpeta con la calma de quien no quiere que la prisa revele sus nervios. Había facturas, hojas de control prenatal, sellos de una clínica privada que, por su discreción, servía a quienes necesitaban evitar el escándalo.Las fechas, los códigos, una foto de una ecografía con una resolución suficiente para provocar una