87. EL DESCUBRIMIENTO DE PERIKLIS
Asentí y me puse de pie, apoyándome en Ivory, quien mantenía un silencio sepulcral. Periklis me miró con un gesto que mezclaba comprensión y urgencia. —No se preocupe, nadie lo verá. Pero es esencial que vea con sus propios ojos lo que se oculta más allá —insistió Periklis con seriedad—. Ni yo, que trabajé tanto tiempo para su padre, lo sabía, se lo aseguro. —De acuerdo, camina delante y yo te sigo —dije, notando cómo Ivory me apretaba la cintura con temor. Me giré para verla y vi el miedo reflejado en su semblante. La preocupación se reflejó en mi voz—. Amor, si prefieres, quédate aquí arriba. No quisiera que tus pesadillas regresen. Periklis, que había comenzado a descender cautelosamente los escalones, se detuvo para mirarnos por encima del hombro. Su expresión era seria, marcad
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