Morgaine siempre sabe cómo aparecer justo cuando menos la necesitas. Lo peor es que llega con una sonrisa amable, de esas que solo esconden un cuchillo bajo la manga. Cuando me anunció que pensaba quedarse en la ciudad, sentí cómo algo dentro de mí se retorcía. Su tono era suave, cortés, pero yo conozco a Morgaine; ella nunca da un paso sin haber calculado todas las consecuencias.
—No te preocupes por mí, querida hermana —dijo, con esa falsa dulzura que me eriza la piel—. Concédele únicamente a tu recuperación. Ya había decidido mudarme a esta ciudad para estar más cerca de Daniel. Y como Ilán me ha confiado el cuidado de su casa mientras él reside en la mansión con Ivory, no me falta dónde alojarme. Vendré a visitarte todos los días hasta que estés completamente recuperada. ¡Cómo me irrita!