Ilán tomó aire, apretó mi mano y continuó mientras miraba a las mujeres que no sabían qué pensar, luego me apretó la mano acariciando mi rostro con cariño antes de continuar: —Soy Ilán Makis, creo que todos aquí conocen mi nombre —hizo una pausa para mirar a mis sorprendidos ojos—. Fui yo quien llamó y solicitó que inscribieran a mi esposa en este instituto. Pero ahora lamento haberlo hecho. A partir de este momento, mi esposa deja de asistir a este lugar, porque hace mucho tiempo que se graduó. Veo que antes de analizar a fondo, se apresuraron a esparcir rumores sobre ella. Es una lástima que, a pesar de que se supone que conocen a todos los grandes diseñadores, no reconocieron a “Ivory Cloe” que ha estado entre ustedes todo este tiempo. Todos los presentes quedaron en shock. La directora Lombrad y la profesora Abbadie miraban

IVORY CLOE: El silencio que siguió a mi pregunta fue breve, pero cargado de tensión. Amelie intercambió una mirada rápida con Ilán antes de volverse hacia mí con una sonrisa cálida y reconfortante.—Sí, querida —confirmó Amelie con suavidad—. Eres tú. Ivory Cloe, la diseñadora que ha revolucionado el mundo de la moda con sus creaciones únicas y su visión innovadora.Sentí que el mundo giraba a mi alrededor. Una parte de mí ya lo sabía, lo había intuido desde que escuché a Ilán mencionarlo en la escuela, pero tener la confirmación frente a mis ojos era abrumadora.—Pero... ¿cómo? —musité, mi mente luchando por procesar la información—. No recuerdo nada sobre dirigir una firma de moda.Ilán se acercó y se arrodilló frente a m&iacut

 Sin embargo, yo parecía tener otras intenciones. En mi mente, los recuerdos de momentos íntimos en el baño se entremezclaban con un deseo ardiente de sentirme amada, de reconectar con mi identidad como esposa. Mis manos, temblorosas pero decididas, recorrían el cuerpo de Ilán con caricias cada vez más atrevidas.—Amor, detente —susurró, tensándose ante el contacto. Su cuerpo reaccionaba instintivamente, pero su mente estaba plagada de dudas.   Parecía que hacía demasiado tiempo que no nos entregábamos el uno al otro, y la situación actual era delicada. "¿Estaría bien hacerlo?", se preguntaba, temeroso de las consecuencias.—Solo quiero que me hagas sentir tu esposa de verdad, si es que lo soy —supliqué, sin cesar en mis caricias—. Es lo que tengo en mi cabeza: nosotros dos, en el baño... Mi voz se que

He estado examinando a Amaya con detenimiento, tratando de descifrar el estado de su mente. Finalmente, me puse de pie y me dirigí al grupo, consciente de la gravedad de la situación que estábamos enfrentando. Mi rostro serio y mirada intensa presagiaban lo que iba a comunicar. —Amaya está sufriendo de demencia senil —anuncié con solemnidad. No me pasó desapercibido el intercambio de miradas entre Josefina y Dafne; ella esbozó una sutil sonrisa que no podía comprender en ese momento. —Su memoria está fallando y, a veces, no reconocerá a las personas que la rodean. Pero hay algo más, algo que no puedo explicar. —¿Qué quiere decir? Sea más específico, por favor —instó Josefina, su tono denotando impaciencia y preocupación. —Amaya parece recordar cosas que no debería, cosas que ocurrieron hace mucho tiempo —explicaré, casi como si hablara para mí mismo más que para los demás. El desconcierto llenó la habitación mientras todos se miraban entre sí. Amaya, la mujer fuerte y dominante q

Nos besamos una vez más, sellando nuestro compromiso mutuo. Luego, con una eficiencia nacida de la práctica, comenzamos a prepararnos para el viaje. Mientras empacábamos, Ivory no pudo evitar una punzada de preocupación. —Ilán, ¿crees que esto afectará a la empresa? ¿A nuestra familia? —suspiró y se arrepintió de preguntar, girándose para mirarme. Me acerqué despacio, la miré con determinación y sonreí al ver a la Ivory que vi el primer día que contrajeron matrimonio regresar. Esa que encontraba soluciones donde otros veían problemas. De repente, me di cuenta de que era la compañera que había estado buscando por tanto tiempo. La abracé, sintiéndome el hombre más afortunado de la tierra y decidido a acabar con toda esa falacia de una vez por todas. —No lo permitiremos —dije colocando mi frente en la mía. —Hemos superado cosas peores, ¿no es así? Juntos, podemos con todo. Con esas palabras de aliento, terminamos nuestros preparativos, listos para enfrentar cualquier tormenta que n