El teléfono de Ilán vibró en su bolsillo, rompiendo el momento. Lo sacó, y sin quererlo, vi el nombre de Josefina en la pantalla. Una punzada de celos, inesperada y abrumadora, me invadió. ¿Otra mujer? Me pregunté, recordando los celos que me habían atormentado desde la noche anterior.
—Atiende tu llamada —espeté con un tono mordaz que sorprendió incluso a mi misma—. Se ve que, como el hombre que eres, tienes muchas mujeres que atender.Sin esperar respuesta, me giré bruscamente y eché a andar tras Amelie y Stefanos, que ya se adentraban en la casa.—Espera, amor —la voz de Ilán sonaba confundida y preocupada mientras corría tras de mí, tomando mi mano con delicadeza—. Es tía Josefina. ¿Por qué dices eso? Solo me llaman ella y mi prima Leila. Sé que las has olvidado, pero toma —extendi&oacu