Capítulo 132 —LaboratoriosNarrador:Laboratorio #1 — Zona Viejo camino a las minas | Dominic al mandoLa noche era espesa. La carretera secundaria parecía desierta, pero a menos de dos kilómetros del galpón marcado por Marcelo, un grupo de vehículos negros se mantenía oculto entre la maleza. Motores apagados. Armas listas. Nadie hablaba. Dominic bajó del primer coche, vestido con ropa táctica negra y un auricular en el oído. Caminó entre los suyos, revisando posiciones. Rodrigo le hizo una seña desde un punto más alto con visión directa al objetivo. A su lado, otros cinco hombres aguardaban instrucciones.—El cambio de guardia es en tres minutos —dijo uno de los soldados, revisando el reloj —Tal como decía el informe.Dominic asintió.—No hay margen de error. Entramos, aseguramos, volamos todo. Que no quede una pu*ta bolsa de polvo en pie. ¿Entendido?—Entendido —respondieron todos, casi al unísono.Un segundo después, el auricular de Dominic emitió un chasquido.—Aquí equipo dos. Cám

Capítulo 134 —Quemamos el mundoNarrador:Sasha dejó caer la taza. El líquido caliente se esparció por la alfombra, pero a nadie le importó.—¿Qué? —preguntó, con los ojos abiertos de par en par y poniéndose de pie —¿Qué le pasó?Roman dio un paso más cerca. Ahora lo decía mirándolas a las dos.—Lo hirieron durante el ataque al laboratorio del norte. Lo llevaron a una clínica, pero no pudieron operarlo ahí. Perdió mucha sangre. Está en cirugía ahora. En el San Martín.—No… —susurró Sasha, llevándose una mano a la boca —No, no, no… ¡¿Está vivo?!—Sí —dijo él, rápido —Pero está muy mal.Sasha se tambaleó, como si las piernas dejaran de obedecerle. Cayó de rodillas en la alfombra, sobre el charco de té. Su rostro se desfiguró en un grito que no llegó a salir. Solo abrió la boca y se llevó ambas manos al pecho, como si algo dentro de ella acabara de romperse.—¡Papá, no! ¡No, no me digas eso! ¡No puede estar mal! ¡Tiene que estar bien! ¡Eros es fuerte! ¡Él no se muere! ¡Él no puede!Aylin

Capítulo 136 —Una promesa vivaNarrador:Sasha seguía sentada al borde de la cama, con los dedos entrelazados a los de Eros, su frente apoyada contra el dorso de su mano. No hablaba, no lloraba, solo estaba… como si respirar fuera una extensión de él. La puerta se abrió con suavidad. Una enfermera joven, de rostro amable y gesto cansado, entró en puntas de pie. Se detuvo a pocos pasos, sin querer interrumpir, pero sabiendo que debía hacerlo.—Señorita… —murmuró con cuidado —Ya no puede quedarse. Lo siento, son órdenes del médico, es el protocolo. Solo unos minutos por paciente en esta unidad.Sasha no se movió. Tardó varios segundos en responder.—No me voy a ir.La enfermera dudó. Dio un paso más, hablando con gentileza.—Entiendo cómo se siente. Pero él está sedado. No va a despertar por ahora. Puede demorar días…—No me importa —interrumpió Sasha, sin levantar la cabeza —Mientras él respire… yo voy a estar a su lado.La enfermera apretó los labios. Su expresión se ablandó. Era la mi

Capítulo 138 — Una irregularidad vivaNarrador:La habitación estaba sumida en la penumbra. El único sonido era el del monitor cardíaco, constante, monótono. Afuera era madrugada, pero allí dentro el tiempo no existía. Sasha no había dormido, no podía. Se mantenía sentada junto a la cama, con la frente apoyada en la mano de Eros, los ojos cerrados, pero el cuerpo alerta. Cada pitido, cada cambio en el ritmo respiratorio, cada pequeño movimiento del aire la hacía abrir los ojos. Y entonces ocurrió.Primero fue un espasmo. Tan leve que casi podría haberse confundido con un reflejo involuntario. Pero ella lo sintió. Lo supo. La mano de Eros se contrajo apenas, como si algo dentro de él reaccionara al contacto. Sasha levantó la cabeza de golpe, el corazón en un puño.—¿Eros?Le miró la cara. Seguía igual. Quieto. Pero ahora el monitor mostraba una pequeña variación en el ritmo, un leve aumento, una irregularidad viva.—¿Eros, mi amor? Estoy aquí…No respondió, no se movió más. Pero su dedo

Capítulo 140 —Te estoy esperando.Narrador:El silencio en la mansión era espeso, incómodo. De esos que se cuelan por las paredes y apagan los relojes. Aylin caminaba en círculos por la sala, con los brazos cruzados sobre el pecho, como si pudiera contener dentro de sí el temblor que la invadía. Natalia estaba sentada al borde del sofá, con el teléfono en la mano, marcando una y otra vez. Nadie atendía. O sí, pero le decían lo mismo: "Están ocupados", "No hay novedades", "En cuanto tenga algo, te aviso". La desesperación le subía por la garganta como un veneno. Se mordía los labios. Golpeaba el pie contra el suelo. Y lloraba, pero de rabia. Mateo no decía nada. Se había encogido en una esquina del sillón, con la capucha del buzo cubriéndole la cabeza y las manos tapándole los oídos. Solo se oían sus sollozos. Contenidos, quebrados, pero insistentes. Él no sabía que pasaba, pero estaba angustiado. Y Sofía… Sofía estaba sentada en el suelo, al pie del ventanal, con las piernas cruzadas y