La besó con delicadeza, pero a medida que los segundos pasaban, aquella delicadeza se convirtió en deseo. El ruido húmedo y exquisito del beso, las pequeñas manos que seguían en su nuca, dedos que se enredaban en su corto cabello, tirándolo hacia delante y todo el conjunto le estaban provocando tantas sensaciones dentro de sí; sensaciones que pensó y creyó por mucho tiempo no volver a sentir, pero ahora, mientras besaba a su bella, eficiente y muy capaz asistente, despertaban y recobraron vida nuevamente. Sonriendo, se separó de los exquisitos labios, dejando que su lengua jugara sobre la de Johari y provocando un gemido bajo y necesitado de ella. Acarició con una mano la piel color café tostado del brazo de ella, sintiendo la calidez que emanaba y que se adueñaron de sus dedos. Sin embargo, antes de que pudiera hacer cualquier cosa, la vio levantarse del sofá y ponerse de pie delante de él. Y, entonces, realmente temió que su corazón saliera de su pecho por los latidos acelerados a
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