Javier dejó el despacho de su padre con el corazón acelerado y la mente en ebullición. La conversación había sido más tensa de lo que esperaba, pero, de alguna manera, había despejado la niebla que cubría sus pensamientos. Alejandro no tenía intención de renunciar a su poder, ni siquiera por su propio hijo. El lugar que Javier aspiraba a tomar estaba marcado por un límite invisible, uno que su padre había trazado en la arena durante años, un límite que, ahora, Javier tendría que atravesar si quería conseguir lo que tanto deseaba.Pero a medida que caminaba por los pasillos de la empresa, Javier se dio cuenta de algo más. No solo tenía que enfrentarse a su padre, sino a la maquinaria que él mismo había ayudado a construir. Aquella corporación, aparentemente sólida y bien engrasada, estaba plagada de traiciones, alianzas rotas, y decisiones tomadas en la oscuridad. Todo lo que él había considerado seguro estaba a punto de derraparse.Con cada paso que daba hacia su oficina, los ecos de
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