El eco de los pasos resonaba en el amplio sótano de aquella mansión oculta. Las paredes de concreto y la única bombilla colgante en el techo creaban un ambiente frío y asfixiante. En el centro de la habitación, Aaron estaba atado a una silla de metal con las muñecas aseguradas por gruesas cuerdas. Su rostro mostraba cortes y hematomas, pero sus ojos, desafiantes y fríos, se clavaban en Vikram con un desprecio absoluto.Vikram permanecía de pie frente a él, vestido con un traje impecable, pero con la mirada oscura de un hombre al borde de la ira. Llevaba las manos en los bolsillos, un gesto que, lejos de transmitir calma, dejaba entrever su paciencia al límite.—No alargaré esto más de lo necesario, Aaron —dijo con voz grave—. Solo dime dónde está Katerina y terminaremos con esto.Aaron esbozó una sonrisa ladeada, aunque el sabor metálico de la sangre en su boca le recordaba el dolor de los golpes previos.—Primero tendrás que matarme —espetó con arrogancia, sosteniéndole la mirada.Vi
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