El aire dentro de la base era espeso, cargado de tensión. Los alarmas seguían resonando en cada pasillo, advirtiendo a todos que algo se había roto en el sistema. La infiltración había alcanzado el punto crítico y ahora, el enemigo sabía que algo se les había escapado. Pero la información que Leo había conseguido no era solo un premio; era una espada de doble filo que podría poner a todos en riesgo.Sofía y Leo corrían por los pasillos, los ecos de sus pasos retumbando en cada esquina. Cada sonido parecía multiplicarse, y por un momento, la sensación de ser observados era casi insoportable. Ellos sabían que la situación se estaba desmoronando alrededor de ellos. Lo que había comenzado como una infiltración controlada ahora se había convertido en una huida desesperada.-¿Estás bien? -preguntó Sofía, mientras miraba a Leo de reojo, notando la tensión en su rostro y la forma en que apretaba el maletín que contenía los datos.-Sí, pero no por mucho tiempo -respondió Leo con un tono grave.

El aire dentro de la sala de control se volvía cada vez más denso a medida que los segundos avanzaban. Sofía sentía el peso de la traición como una losa sobre sus hombros. Las palabras de Leo seguían retumbando en su mente, como un eco persistente que no la dejaba pensar con claridad. ¿Quién en su propio círculo había sido capaz de jugar con ellos de esa manera? ¿Quién había filtrado sus movimientos, arriesgando no solo su misión, sino también sus vidas?El nombre que había aparecido en la pantalla era uno que Sofía nunca había esperado ver. Un aliado, un miembro importante dentro de la estructura de su equipo, alguien que había compartido sus mismos riesgos y luchas. Felipe Ruiz. No podía ser. No podía creerlo. Había trabajado con él durante años. Había confiado en él. Y ahora su nombre estaba vinculado a una red de corrupción que iba mucho más allá de lo que Sofía podría haber imaginado. La desilusión y el enfado se mezclaban dentro de ella como una tormenta imparable.-¿Cómo es pos

El silencio era absoluto, como si la ciudad misma estuviera conteniendo el aliento. Sofía y su equipo se movían en la penumbra, sus pasos cautelosos, sus respiraciones contenidas. Cada segundo que pasaba parecía alargarse en una agonía interminable, pero en la mente de Sofía no había lugar para el miedo. Estaba acostumbrada a la tensión, a los momentos en los que las decisiones podían significar la vida o la muerte. Sin embargo, esta vez algo era diferente. El peso de la traición de Felipe lo cambiaba todo. No solo estaban luchando por su propia supervivencia, sino por la integridad de todo lo que habían construido.Felipe, ese hombre que había sido su amigo, su aliado, ahora se mostraba ante ella como un enemigo. Las palabras que había pronunciado momentos antes seguían resonando en su cabeza. "La lealtad cambia dependiendo de quién esté a cargo." En ese momento, Sofía entendió que Felipe había estado jugando un juego mucho más grande, un juego del que ella y su equipo ni siquiera er

La explosión de la pantalla ante sus ojos no fue un simple reflejo de una victoria o derrota inmediata, sino una promesa de que la verdadera batalla apenas comenzaba. El contador en la pantalla parpadeaba con una intensidad frenética, cada segundo acercándolos más a un destino incierto, a un juego en el que, tal como Felipe había dicho, todo estaba por cambiar. La cuenta regresiva marcaba un reloj implacable: 10 minutos. No había tiempo que perder.Sofía sintió un escalofrío recorrer su espalda mientras sus ojos se fijaban en la pantalla iluminada. Lo que sea que Felipe hubiera activado no era simplemente una trampa para ellos. Era mucho más. Lo sabía por el brillo en los ojos de su antiguo aliado. Felipe estaba dando el siguiente paso hacia algo más grande, algo que no habían podido anticipar. Su objetivo no era solo ganar esta guerra. No, él quería romper el sistema y destruirlo todo.El sonido de los pasos apresurados de sus compañeros de equipo resonaba a su alrededor, su respirac

Sofía sintió como si el aire se volviera más espeso a medida que las luces rojas iluminaban la sala en un ritmo frenético. El sonido de las alarmas reverberaba en sus oídos, ahogando cualquier otro pensamiento. Había fallado. Había logrado detener el primer paso de Felipe, pero no sabía que eso solo había sido el comienzo de algo mucho más grande, mucho más peligroso. La verdadera amenaza no estaba en los códigos o las contraseñas que había logrado descifrar, sino en la red global de control que Felipe había tejido a lo largo de años.El dispositivo sobre la mesa zumbaba, y Sofía no podía apartar los ojos de él. Sabía que cada segundo que pasaba sin entender completamente lo que estaba pasando, las consecuencias serían más graves. Si había algo que había aprendido de la guerra de poder que había librado hasta ahora, era que el conocimiento era la única arma real. No podía fallar en este momento.Felipe la observaba, y en su rostro no había ni rastro del desconcierto que había mostrado