Todos os capítulos do Alfa Malcolm estos Mellizos ¡Son tuyos!: Capítulo 61 - Capítulo 70
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61. Instantes de intimidad robada
—Oh —exclamaron Zacary y Lyra al unísono, mostrando la inocencia de niños que no conocían nada sobre intimidad o aromas “lujuriosos”, porque nunca los habían percibido, al menos no dentro o cerca en el Monasterio Niebla.Lyra ladeó ligeramente la cabeza, sus ojitos claros fijos en su madre mientras formulaba una pregunta que hizo que Josephine se tensara visiblemente.—¿Entonces realmente nunca sentiste deseo por la comida ni el vino del Monasterio Niebla, mami? Jamás habías olido así antes.«Por todos los dioses druidas, debo ser más cuidadosa», se reprendió Josephine mentalmente, arrepintiéndose de haber realizado semejante "experimento" en presencia de sus perspicaces cachorros. Sus mejillas aún conservaban el rubor que la delataba mientras buscaba desesperadamente cambiar de tema.—Sí me gustaban —respondió con rapidez, agitando levemente una mano como restando importancia al asunto—. En fin, niños, ¿les gustaría ir a explorar el bosque como ayer?Los ojos de los pequeños se ilumin
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62. Revelaciones y perdida de control
Malcolm sentía que las riendas de su autocontrol se deslizaban peligrosamente entre sus dedos. Un calor que no sentía ni siquiera en el lecho con su esposa, ahora invadía su cuerpo mientras un pensamiento salvaje cruzaba su mente: deseaba barrer con un solo movimiento todo lo que reposaba sobre aquella mesa y hacer suya a la Druida allí mismo, sin ceremonias ni protocolos. La intensidad del impulso lo sobresaltó; había venido a hablar con ella, no a dejarse arrastrar por un deseo carnal que lo convertía en la bestia que todos esperaban que «no» fuera.Con un esfuerzo casi doloroso, se apartó bruscamente de Josephine, rompiendo el contacto que amenazaba con consumirlos a ambos. La Druida también retrocedió un paso, con su pecho subiendo y bajando aceleradamente mientras intentaba recuperar el aliento. Una bien disimulada señal de frustración cruzó fugazmente por los ojos de ella antes de que compusiera una expresión de indignación.En un gesto que pretendía restaurar algo de decoro a la
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63. Recuerdos prohibidos y deseos ocultos
Luego de que Josephine hiciera las preguntas que más le causaban curiosidad, al menos por ahora, acerca de Malcolm, los dos permanecieron inmóviles por un instante, en un silencio que era entre incomodo y agradable, por muy extraño que sonara. Sin embargo, fue Malcolm quien, con un visible esfuerzo, dio un paso atrás, pasándose una mano por el cabello enrulado porque sin querer se había quedado viendo los labios de Josephine y eso no era buena idea, al menos no era su intensión lucir tan obvio, que se notara a simple vista el deseo que sentía por besarla una vez más.—Y con respecto al beso de hace poco... —comenzó Malcolm, pero las palabras parecían escapársele. Se aclaró la garganta y apartó la mirada—. Fue precipitado —fue lo único que logró articular mientras Josephine, intentando recuperar la compostura, se arreglaba distraídamente los pliegues de su vestido de retazos.—Sería mejor que continuáramos con nuestras actividades, ¿no cree, milord Alfa? —sugirió ella con voz que prete
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64. Enseñando los artefactos voladores
Los ojos azules de Josephine se iluminaron por un instante, pero luego la cautela regresó a ellos.—No sería apropiado para una Druida desterrada como yo montar en un artefacto reservado para nobles —respondió, bajando ligeramente la mirada hacia sus manos—. Podrían vernos y eso le ocasionaría problemas a usted, milord Alfa.A pesar del tono formal que intentaba mantener Josephine, el anhelo en su voz resultaba tan evidente como el ligero temblor de sus dedos, que ahora jugueteaban nerviosamente con el borde de la manga borgoña de su vestido.Malcolm se encontró deseando borrar aquella expresión resignada de su rostro. Algo primitivo en su interior se rebelaba contra las barreras sociales que los separaban, contra las normas rígidas que habían truncado lo que una vez fue, sin que él lo recordara, pero como si se estuviera reescribiendo la historia una vez más, ahí estaba el Alfa, dejándose llevar…—Estamos solo tú y yo aquí... —señaló con una sonrisa tentadora que suavizaba sus faccio
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65. La oferta o ¿amenaza?
Durante las siguientes dos horas, Malcolm le explicó la rutina diaria de los animales: cuándo debían ser alimentados, cómo y cuándo ejercitarlos, los cuidados específicos que cada uno necesitaba. Josephine escuchaba atentamente, haciendo preguntas ocasionales que revelaban un conocimiento más profundo del que Malcolm había anticipado.—Nunca imaginé que una Druida supiera tanto de caballos —comentó mientras salían de los establos, y Josephine pensaba que ya era hora de que sus niños regresaran, aunque aun no era hora del almuerzo.—Los druidas somos versátiles, milord Alfa —respondió ella con una sonrisa enigmática—. Aprendemos a valorar a todas las criaturas.Y así, de regreso a la casa, Josephine comenzó a preparar el almuerzo mientras Malcolm estaba de pie, recostado sobre la pared de la cocina, mirándola trabajar.—Tu comida es excelente —dijo Malcolm mientras se sentaba nuevamente a la mesa, tomando un trozo de pan que Josephine hizo en la mañana—. No recuerdo haber probado algo
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66. Tierra, hojas y preguntas incómodas
La puerta se abrió abruptamente con un estruendo que rompió la tensión entre Malcolm y Josephine como un cristal particularmente frágil. Como la puerta estaba entreabierta, los mellizos irrumpieron en la casa, yendo directamente hacia la cocina entre risas, con sus ropas desordenadas y sus cuerpecitos sucios de tierra, hojas secas y ramitas. Sus mejillas bastante sonrosadas y sus ojos brillantes delataban la intensa actividad que habían disfrutado en el bosque que notaba incluso cuando se convirtieron en sus formas humanas.—¡Mamá! —exclamó Lyra, agitando sus pequeñas manos llenas de tierra—. ¡Vimos un conejo enorme! ¡Así de grande! —exclamó la niña enfatizando el tamaño con sus manos— ¡Zacary casi lo atrapa, pero es un tonto y lo dejó ir!—¡Eso no es cierto! —protestó Zacary, empujando ligeramente a su hermana—. Yo lo habría atrapado si tú no hubieras hecho tanto ruido.—¡Mentiroso, mentiroso eres terrible cazando no sabes, no sabes! —exclamó Lyra en canturreos que Zacary respondía c
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67. Pequeños pasos hacia la familia
Lyra se apresuró junto a su hermano, pegando su nariz al vidrio con idéntica fascinación. Su aliento empañó el cristal, obligándola a limpiarlo con la manga para poder seguir observando.—¡Es como una cosa de otro mundo! —exclamó la niña, girándose hacia los adultos con expresión maravillada—. ¿Qué es eso?Malcolm, visiblemente agradecido por el cambio de tema, se acercó a los niños con una sonrisa genuina que suavizaba sus facciones habitualmente serias. Se detuvo junto a ellos, colocando una mano sobre el hombro de cada mellizo con naturalidad, gesto que sorprendió incluso a él mismo y a los mismos niños.—Es un deslizador de aerolita —explicó, señalando hacia el exterior donde el aparato permanecía estacionado—. Es como una carreta sin ruedas, pero vuela por el aire en lugar de andar por tierra.—¡¿Vuela?! —preguntaron los mellizos al unísono, intercambiando miradas de asombro y emoción. Sus ojos grises, tan similares a los de Malcolm, brillaban repletos de emoción.Era completamen
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68. Camino hacia los recuerdos
Malcolm y Zacary obedecieron sin protestar, dejando a madre e hija solas en la habitación. Mientras Josephine ayudaba a Lyra a desvestirse y entrar en la bañera, Malcolm y Zacary esperaban en el pasillo, sumidos en un silencio incómodo que ninguno parecía capaz de romper.Fue entonces que, cuando los mellizos estuvieron lo suficientemente ocupados con sus respectivos baños —primero Lyra y luego Zacary—, Josephine se dirigió hacia los fogones para comenzar los preparativos del almuerzo. Su mente trabajaba aceleradamente, intentando procesar todo lo ocurrido. Había aceptado convertirse en la amante de Malcolm, siendo esa una decisión que la llenaba de sentimientos contradictorios: culpa, emoción, esperanza y miedo entremezclados en proporciones iguales.Mientras cortaba verduras de forma distraída, reflexionaba sobre las implicaciones de su acuerdo. Por un lado, mantendría a sus hijos seguros y les proporcionaría la estabilidad que tanto necesitaban. Por otro, se entregaría al hombre qu
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69. Aromas Familiares
Ese día para Josephine había sido lo más parecido a un extraño sueño en donde ella sabía que estaba soñando, que no era real, pero aun así lo disfrutaba. La sensación de plenitud combinada con melancolía le oprimía el pecho mientras observaba a Malcolm con los niños. Sin embargo, este no era un sueño, era la realidad, y esto se debía a que, en su vida, aunque estaba con Malcolm, y él compartía con sus hijos, sus pequeños no tenían idea de que él era su padre.«Debo decírselos en algún momento, no podré ocultarlo por siempre» pensaba Josephine cuando los veía compartir y casi sin pensarlo, tocaba su anillo de matrimonio que aún llevaba en su mano, que le recordaba constantemente esta verdad. La verdad era que él no la recordaba y realmente no eran una familia como Josephine había soñado tantas noches. Malcolm tenía a una esposa perfecta esperándole en su castillo de torres imponentes, y ella no era nadie en su vida, oh, sí... su futura amante. El sabor amargo de esa palabra le dejaba
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70. Acordes de un pasado olvidado
En el momento que Josephine se volteó y vio a Malcolm, sintió un nudo en su estómago cuando observó que él tenía en sus manos un laúd, el instrumento musical que ella recordaba él había aprendido a usar cuando tenía 12 años. De inmediato, esa imagen despertó en ella recuerdos de tardes enteras escuchándolo tocar bajo el roble del jardín, antes de que todo cambiara…HACE VARIOS AÑOS ATRÁS: TERRITORIO DE LOS MCTAVISH—Lobito rizado, ¿Qué es eso? —preguntó Josephine quien en aquel tiempo tenía diez años y Malcolm doce. Su túnica de aprendiz de druida tenía manchas de tierra en los bordes, y estaba algo despeinada, pero eso no disminuía lo bonita que era ella cuando niña.—Es un laúd, ¿nunca lo habías visto? —respondió él, sosteniendo el instrumento con orgullo y algo de nerviosismo. Como siempre, el cachorro vestía sus típicos trajes de pequeño lord, bien arreglado y peinado a pesar de que su cabello rizado siempre se tornaba rebelde en el transcurso del día.Josephine negó con la cabez
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