El cielo sobre la ciudad está cubierto por un gris suave, casi compasivo, como si supiera que el día de hoy está marcado por el final de una era de sombras. Las ventanas del tribunal reflejan la luz difusa de la mañana, y en su interior, el aire está cargado de una tensión contenida. Las paredes parecen susurrar la historia de una batalla que ha durado demasiado tiempo. Una historia de traiciones, secretos, y del amor que resistió entre las grietas.Isabella está sentada en la segunda fila de la sala, vestida con sencillez, pero con una dignidad que no necesita de adornos. Alexander se encuentra a su lado, su mano sobre la de ella, entrelazada con firmeza. Entre ambos, una corriente de energía silenciosa, poderosa. Detrás, los padres de Alexander, Henry -custodiado-, y algunos reporteros que observan desde la distancia, sin osar perturbar la quietud reverente que se ha instalado.La jueza entra y la sala se pone de pie. El protocolo es rígido, pero en los ojos de todos hay una emoci
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