13. LLEGANDO AL DUCADO -EVADIENDO DEBERES CONYUGALES
Después de eso, no volví a verlo hasta la despedida.La duquesa se encargó de todo: salida y protocolo cordial. Yo, por mi parte, me concentré en seguir las costumbres, en no desentonar ahora que habría más gente a nuestro alrededor.Resultaba extraño que una escolta me esperara, pero Elizabeth me aseguró que era normal. "Fuera de la residencia del Gran Duque, rara vez estaremos solas", me explicó.Mi musa la acompaña hasta el carruaje. Antes de ayudarla a subir, le toma la mano y la besa, demorándose apenas un instante. Le susurra algo, tan bajo que solo ella puede oírlo:—Dile que la estaré vigilando a lo lejos. Que no quiero saber de cosas extrañas. Y que, en definitiva... no tiene permiso para estar con otro.La duquesa lo mira, sorprendida, pero asiente con una sonrisa genuina.—Lo ha escuchado, Capitán.Ella sube. Antes de partir, lanza una última mirada a la casa. Desde una ventana en el segundo piso, una silueta nos observa: debe ser Marta, la esposa del Capitán Ortega. De man
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