**ÚRSULA**Estaba en el hospital, como cada día, desde que papá cayó en ese silencio tan profundo que ni las máquinas lograban romper. La habitación olía a desinfectante y a tristeza vieja. Me senté junto a su cama, como siempre, tomándole la mano. Estaba tan delgado, tan frágil, tan lejos del hombre fuerte que había dirigido un imperio con solo una mirada. Pero ahí estaba yo, firme, cuidándolo, hablándole, aunque no respondiera, como si mis palabras pudieran alcanzarlo allá donde estuviera escondido.Era el único lugar donde podía respirar sin tener que demostrar nada. Donde no tenía que justificar mis decisiones, ni explicarle a nadie por qué estaba haciendo lo que hacía. Todo lo que importaba estaba en esa cama: el legado, la historia, y lo poco que quedaba de él.Y entonces, como una mosca en medio de un suspiro, apareció Mirella.Entró sin tocar, con sus tacones resonando contra el suelo como si fuera dueña del lugar. La oí antes de verla. Esa voz aguda, cargada de indignación fi
Leer más