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Todos los capítulos de El regreso de la heredera : Capítulo 51 - Capítulo 60
61 chapters
Un futuro en juego
Había una fuerte tensión en la sala. Grecia estaba muy nerviosa; el doctor, ya acostumbrado a este tipo de situaciones, se preparaba para darle la noticia. —Señor Lombardo, me temo que por ahora no sería conveniente que usted abandone la clínica. —¿Pero por qué? ¿Qué es lo que pasa? Grecia, ¿tú sabes algo? Guillermo preguntaba angustiado, sin entender. Puso una expresión de asombro y Grecia le esquivó la mirada; no quería enfrentarlo. Se sentía muy perturbada y no asimilaba lo que estaba pasando. —Señor Lombardo, se le realizaron varios estudios en los cuales encontramos un pequeño tumor que está alojado en la zona del páncreas. Guillermo palideció y no esperó a que el doctor terminara de hablar. —¿Qué ha dicho? No, eso no puede ser verdad. Yo me siento perfectamente bien. Lo que me dio fue un simple dolor de estómago, y estoy agotado por el exceso de trabajo, pero… —Guillermo, por favor, deja que el doctor te explique. No te pongas así —le decía Grecia, tratando de calm
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Un hallazgo siniestro
Greta caminaba por el pasillo, furiosa y sin fijarse por dónde iba. De pronto, se tropezó con Pablo, quien llevaba un café en la mano, derramándolo encima de su vestido sin querer. —¡Pero mira lo que has hecho, imbécil! —gritó Greta, histérica. —Perdón, Greta, pero es que no te vi venir. Ese café era para ti, fue el que le pediste a la asistente de Luis Fernando. —Esa es otra inútil. ¿Y se puede saber por qué te lo dio a ti en vez de llevármelo a la sala de juntas? Es una inepta. —Pero, Greta, ¿se puede saber qué te pasa? —preguntó Pablo, extrañado. —Pasa de todo. No te imaginas lo que está ocurriendo en la sala de juntas. —Pero si no me dices, no puedo saber. ¿Qué pasó allí que te ha puesto tan histérica? Greta se acercó a Pablo y le susurró al oído: —La fábrica está a punto de caer en la quiebra. —¿Qué has dicho? —dijo él, abriendo los ojos, asombrado—. Eso no puede ser. ¿No será que me estás diciendo esto porque quieres sacarme de tus planes? —añadió con malicia.
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El altar
Mercedes abrió la puerta del clóset y un aroma a cera derretida y hierbas secas la envolvió de inmediato. La penumbra del pequeño lugar se intensificó al observar un tenebroso altar. Sobre uno de los compartimientos, varias velas encendidas estaban metidas en pequeños candelabros de vidrio. A su alrededor, había varias fotos de Guillermo, aparentemente capturadas de forma improvisada por Matilde. Sin embargo, lo que realmente la hizo estremecer fue una imagen de Grecia, tachada con una cruz roja, como si fuera un símbolo de desprecio y odio. Al lado de la fotografía, había una muñeca vudú, con alfileres enterrados en su cuerpo de trapo que parecía observarla con sus ojos vacíos. El corazón de Mercedes se detuvo por un instante. La muñeca, con su cabello deshecho y su vestido rasgado, estaba claramente destinada a representar a Grecia. Cada alfiler que la atravesaba parecía un grito silencioso, un deseo de venganza que dejaba claro el odio que sentía hacia ella. Un escalofrío rec
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Pasiones ocultas
Aquella noche en la mansión Ripoll fue bastante tensa para todos. Se sentían envueltos en una incertidumbre, sin saber cuál iba a ser su destino. Luis Fernando se encontraba dándose una ducha de agua tibia. Quería relajarse sintiendo la caída del agua sobre su cuerpo. Estaba muy atormentado por todo lo que tenía que afrontar a partir de ahora; necesitaba estar a solas, lejos de Laura y de su madre, para pensar bien en las decisiones que debía tomar para poder sacar la empresa adelante. En ese momento, fue inevitable que el recuerdo de Grecia llegara a su mente. Durante el tiempo que estuvieron casados, había compartido esa misma habitación con ella que ahora ocupaba con Laura. Enseguida recordó una noche en la que se estaba duchando y Grecia entró al baño para sorprenderlo. “Flashback:” —¿Me invitas a compartir la ducha? —le dijo Grecia, desnuda y pasando sus brazos por su cuello. —Mi amor, claro que quiero compartir la ducha contigo, pero también puedo ofrecerte otras cos
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Esperanza y miedo
El doctor entró a la habitación. Guillermo se encontraba al lado de Grecia. —Bien, señor Lombardo, ya realizamos la biopsia. Ahora solo debemos esperar el resultado, así que puede irse a su casa. —¿Pero y el resultado? ¿Cuándo lo voy a saber? —preguntó Guillermo con una expresión de preocupación mientras tomaba la mano de Grecia para sentir apoyo. —Tranquilo, el resultado lo tendremos en aproximadamente una semana. Recuerde que es un procedimiento muy delicado y debe ser estudiado minuciosamente para obtener un resultado exacto. —Pero son muchos días para saber si esto que tengo es maligno. No sé cómo voy a poder trabajar así —dijo Guillermo, decepcionado. —Cálmate, Guillermo. No te pongas así, yo estaré cerca de ti apoyándote —dijo Grecia con ternura. —Hágale caso a su esposa. Debe tener tranquilidad. Además, le recomiendo que se tome unos días de descanso mientras espera. —¿Descansar? —preguntó con incredulidad—. No, doctor, no puedo estar encerrado en casa sin trabaja
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El plan de Pablo
Luis Fernando caminaba de un lado a otro de la enorme sala, frotándose las manos y llevándoselas a la cabeza. Realmente estaba muy preocupado por Laura. “Esto es mi culpa” —se decía mentalmente, asomándose a través de la ventana para ver si la veía llegar—. “No debí casarme con Laura amando a Grecia; le estoy haciendo mucho daño y ella no se lo merece.” —Vas a abrir un hueco en el piso, Luis Fernando —le dijo Greta mientras bebía una taza de café—. ¿Se puede saber qué te pasa que estás tan agitado? Luis Fernando titubeó por un momento. No quería decirle nada a su madre, pues sabía que eso desataría un problema mayor. Sin embargo, Pablo, que también se encontraba presente, no dudó en comentar: —¿Estás así porque Laura no pasó la noche en la mansión? Luis Fernando lo miró, haciendo un gesto con los ojos que le indicaba que se callara. —¿Cómo que Laura no durmió en la mansión? —dijo Greta, asombrada—. ¿Me puedes explicar, Luis Fernando? Luis Fernando echó una mirada a Pablo
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Conflictos por un beso robado
Grecia llegó al restaurante un poco más tarde de lo que había planeado después de todo lo que había sucedido con Guillermo y Matilde. Al entrar, se encontró con un ambiente que contrastaba notablemente con el torbellino de emociones que llevaba dentro. Observaba todo a su alrededor, como supervisando que todo estuviera en orden, especialmente ahora que Guillermo no estaba al frente. Enseguida sonrió al ver que las mesas estaban elegantemente dispuestas como siempre, y el suave murmullo de las conversaciones llenaba el ambiente, creando una atmósfera acogedora. Sin embargo, para Grecia, esa calidez parecía distante, como si estuviera atrapada en sus propios pensamientos. Mercedes, por otro lado, la esperaba con ansias. Su inquietud era notable, ya que tenía algo importante que contarle sobre lo que había presenciado en la habitación de Matilde. La preocupación de Grecia por Guillermo la consumía, pero la urgencia en la mirada de su amiga la hizo sentir que algo no estaba bien. —¡
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Oscuras intenciones
—¿Interrumpo? —dijo Úrsula, con una expresión de picardía que sorprendió a Grecia y Ernesto, quienes se separaron al instante. Sin embargo, Grecia se sentía atrapada a pesar de no haber hecho nada malo. —¿Qué haces aquí, Úrsula? ¿Y por qué entras sin llamar a la puerta? —preguntó Grecia, con su voz temblando de nerviosismo y molestia, pero especialmente hacia Ernesto, que era el responsable de todo. —Vine a traer el café que ordenó señora—respondió Úrsula en tono irónico, encogiéndose de hombros—. La puerta estaba entreabierta; no pensé que interrumpiría un momento tan… romántico. —sonrió con malicia. —Mira, cállate, Úrsula. No te permito que me faltes al respeto —gritó Grecia, mientras Ernesto permanecía en silencio, sintiéndose culpable por la situación que había provocado. —Pero si no le estoy faltando al respeto. Solo me parece irónico que esté haciendo lo que tanto criticó a Guillermo y a mí —replicó Úrsula con una sonrisa burlona. —Eso es muy diferente, Úrsula —dijo G
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Un aliento peligroso
El ambiente era tenso en la oficina, Grecia estaba ansiosa por saber cual era la verdad detrás de lo que sabía Ernesto. La luz del sol se filtraba a través de las ventanas, iluminando los documentos esparcidos sobre la mesa. En el aire, se sentía una mezcla de ansiedad y determinación. Grecia, con una mirada desafiante, cruzó los brazos sobre su pecho. —¿Y bien, Ernesto? Estoy esperando una explicación —dijo con firmeza. Ernesto, visiblemente nervioso, tomó un respiro profundo. —Muy bien, Grecia. Te voy a decir la verdad, pero antes debes prometerme que no le dirás a Guillermo que fui yo quien te lo dijo. Grecia frunció el ceño, intrigada por la revelación que estaba a punto de recibir. —¿Pero por qué no quieres que Guillermo lo sepa? ¿Acaso se trata de algo malo? Ernesto se movió en su silla, buscando las palabras adecuadas. —La verdad es que estoy seguro de que para Guillermo no debe ser nada agradable que tú lo sepas. —Ya déjate de rodeos, Ernesto. Dime qué es lo qu
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El precio del silencio
Laura temblaba, la presencia de Pablo la perturbaba cada vez más. No tenía idea de lo que iba a decirle, pero estaba tan obstinada con todo lo que estaba viviendo que decidió enfrentarlo. —¿Qué pasa, Pablo? ¿Qué es eso tan importante que tienes que decirme? —preguntó, intentando mantener la voz firme sin demostrarle miedo, aunque por dentro se estaba muriendo del susto. Pablo la observó con una media sonrisa, sintiéndose completamente seguro de que iba a manipularla a su antojo. Su mirada tenía ese brillo incómodo que hacía que Laura quisiera salir corriendo. —Laurita, sé perfectamente dónde pasaste la noche —le dijo, dejando escapar una sonrisa llena de malicia. El rostro de Laura cambió al instante. Se quedó inmóvil, y su piel se tornó más pálida que de costumbre. —¿Qué… qué estás diciendo? —preguntó con la voz apenas audible, sintiendo que el corazón se le disparaba dentro del pecho. “¿Qué sabe este tipo que se atreve a decirme eso?” se preguntó mentalmente, sin quit
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