Alexander, al ver que Maggie se coloca de pie sabiendo sus intenciones, la agarra de la mano, y Maggie intenta soltarse. —¿Qué esperas, cariño?— Francesca lo mira con una gran sonrisa. Lucifero apunta a Caiman al ver la gravedad del asunto. —¡Baja el arma!— ordena Lucifero. —¡No te metas, perro arrastrado!— lo señala Valentino enfadado. —¿Vas a permitir que maten a la niñera? Nuestros hijos van a sufrir y todo por su orgullo de no quererme besar, cariño— agrega Francesca con un tono de malicia que provocó miles de pensamientos malignos en Leonardo. —¿¡Si disparas te mato!?— Lucifero está firme en su decisión. —¡Te estoy hablando, Lucifero! No te metas— Valentino se coloca de pie. —Suficiente— Alexander saca su arma y también le apunta a Caiman—. Aquí no va a haber derramamiento de sangre. La niñera no sabe cómo se maneja la situación en esta casa, pero con esta escena es más que suficiente para que lo entienda y esto no vuelva a pasar. —¡Ay, no me digas, cuñado, que a ti

—Te recuerdo Minerva que no estás en disposición de hablar— Francesca le lanza una mirada de enojo —tú tampoco querida. Terminemos de comer en paz. La niñera regresa cuando sea necesario. Estamos en una cena de adultos y estoy segura que Leonardo no tarda en venir —¡Basta las dos!— Valentino vociferó con voz de mando —esta noche me quedaré aquí, y espero no tener más problemas con nadie, porque yo no perdono los errores. Y tú Minerva, más te vale que organices una habitación digna para mí. Alexander y su prometida, no quiero jueguitos porque no estoy para tolerar a nadie— continúa comiendo y todos hacen silencio, mientras que Alexander le envía un mensaje a su hermano Leonardo, claro a escondidas. Tiene su móvil bajo la mesa. Le está diciendo que no se demore para que él cabecilla luego no salga a buscarlo...—¡Ahhh!— Sofía gime con ferocidad por lo que él le hace sentir—Joder… estás muy apetecible, tanto que no quiero acabar— le da más fuerte —necesito más de ti, más que este p

Luego de aquella reunión, cada quien tomo su camino, ya no había nada más que hablar por los momentos. Leonardo y Alexander se fueron ha hablar a solas. Minerva acompaño a Maggie a la habitación de Alexander y luego se fue a la suya. Valentino está en su habitación hablando con su escolta y en eso, llega Francesca a tocar la puerta. —¿Quién es?—señor, soy Francesca, llevo rato esperando poder hablar con usted, ¿Puedo pasar por favor? Nadie me ha visto El cabecilla mira a su escolta con una sonrrisa maliciosa y le dice. —vete recuerda vigilar la puerta.—como ordene señor— el escolta se acerca a la puerta, la abre y allí está Francesca, hermosa como siempre —adelante señorita Russo— Se hace a un lado y ella ingresa. El escolta cierra la puerta y se queda ahí de pie, como un soldado protegiendo —¿Qué necesita mi yerna preferida?—señor— Francesca se acerca y se arrodilla ante él con su mirada fija a los zapatos de cuero del cabecilla —tu hijo quiere ponerme a hacer cosas de señora

Sofía siente su corazón latir con fuerza. Los niños no dicen nada al respecto y eso la hace sentir un vacío en su corazón, sabía que no era el momento de hablar del tema, ahora será un momento incómodo para todos. —es hora de dormir— dijo Sofía algo apagada —ojala su abuelo se vaya mañana y pueda traerles el cachorro —no tengo problema con que tú y mi padre esten juntos— Michelle mira a Sofía —al principio deseaba que mi padre no se relacionará con ninguna mujer para que nadie le quitará el puesto a mi madre en cuanto regresará. El momento llegó y puedo decir que estoy decepcionado. Mi madre no es lo que pensaba. Solo piensa en verse linda, dar órdenes y estar detrás de mi padre. Ni siquiera nos ha cocinado algo especial, o leer un cuento como tú lo haces Sofía. —ohh mi Michelle, me harás llorar pequeño, gracias por lo que has dicho —Yo te quiero Sofía, pero si mi papi y tu son novios, entonces tendrán problemas y se dejarán. Mi tía Luisa dice que los novios son tóxico y discuten,

—¿Por qué te quedas en silencio, madre? —Yo… —Entonces es cierto… —Hijo, yo te lo puedo explicar. No quiero que cometas una locura, mi amor. —¡Dime la verdad! —¡Señor! —se acerca Lucifero para informarle que el auto ya está listo, y Minerva mira al escolta con lágrimas en los ojos. —¿Qué quiere Lucifero? —pregunta Leonardo sin dejar de mirar a su madre. —El auto ya está listo, señor. —Retírate. Minerva me debe una explicación —ordena, y Lucifero pasa saliva. Ver a su mejor amigo enojado y a Minerva al borde de colapsar en llanto sabe que se aproxima la nube negra, donde podría ser el fin de su vida. —Hijo… creo que no es el momento de hablar —su madre se siente muy nerviosa. —¡Que me digas la verdad! De mí, pueden decir lo que quieran, pero no tolero que hablen de ti o de Luisa. Son las mujeres a las cuales debo proteger, Minerva. Te exijo que me digas la verdad, porque si mi padre lo llega a saber, es tu fin. Y donde él te mate, yo acabo con el mundo entero. Muchas