Un beso que dejó a Sofía estupefacta, pero que removió todo su ser. Era como si el tiempo se hubiera detenido en ese instante y todos los recuerdos fueran como una bofetada. Recordar las veces que lloraba en abundancia cuando su madre falleció, allí estuvo él, consolando su corazón, pero no como ella lo necesitaba realmente. Los desplantes, la soledad, la poca prioridad y las veces que le hacía el amor, no la hacían sentir plena ni satisfecha. Pero lastimosamente, en los peores momentos, allí estuvo él. Ni siquiera fue capaz de apartarlo, ni siquiera le correspondió el beso. Sus labios se sentían fríos y su corazón palpitaba con fuerza, no por la emoción, sino eran latidos de gritos de dolor porque él la estaba lastimando aún más. Deja de besarla y la mira a los ojos, esperando una respuesta favorable, pero Sofía lo que hace es tomar distancia y mirarlo con dolor. Sin más, con el corazón afligido, abre la puerta. —Mi amor... —lo escucha decir, y ella niega con la cabeza, para luego i
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