C150- SALIDAS.La luz del techo parpadeó una vez antes de estabilizarse. El bar privado estaba envuelto en penumbra, con un aroma denso a humo dulce y whisky añejo que llenaba el aire.Ava en una esquina discreta, cruzó las piernas con una calma que parecía ensayada, frente a la mujer alta de cabello negro y mirada afilada. A primera vista, Ava parecía tener todo bajo control, pero por dentro, su corazón latía con una mezcla de determinación y una pizca de nerviosismo.Esa misma mañana, había dejado el hotel, dejando a Rafael dormido entre las sábanas revueltas. Por un momento, mientras cerraba la puerta con cuidado, había sentido un nudo en el pecho.Rafael, un extraño, un ligue de una noche, había logrado algo que nadie más había hecho en años: hacerla sentir deseada, incluso respetada. Recordarlo le trajo un calor inesperado, pero no había tiempo para detenerse en eso.Esa sensación, ese atisbo de lo que podría ser su vida lejos de Julián, era lo que ahora la impulsaba.Era hora de

C152- ¿CUÁNTO ME DESEAS? El Hotel de Crillon, París La recepción había terminado. Las luces, las sonrisas, los brindis vacíos… todo quedaba atrás. Ahora, solo existía esta suite de techos altos y sábanas impecables, antesala de su viaje a Bora Bora. Eros estaba sentado al borde de la cama, sus pies descalzos sobre la alfombra persa, la corbata ya suelta y los primeros botones de su camisa abiertos. El reloj de pulsera se deslizó lentamente entre sus dedos antes de caer sobre la mesilla con un suave clic Entonces, la puerta del baño se abrió. Giró la cabeza y el aire se le atascó en el pecho. Lucy avanzó hacia él con la cadencia de quien sabe que tiene el control. La bata de seda blanca se abría con cada paso, revelando flashes de su piel dorada y un conjunto de encaje blanco, delicado pero desvergonzado: tirantes finos que se perdían entre sus muslos, un corsé que realzaba cada curva, hebillas diminutas en lugares estratégicos. BDSM disfrazado de inocencia. —¿Se te acabaron las

C154-¿NO ME VES COMO MADRE?8 años después…El vapor del agua empañaba el cristal, difuminando sus siluetas, pero no podía ocultar lo que ocurría. Lucy tenía sus senos aplastados contra la superficie fría del cristal, sus manos extendidas, aferrándose como si el mundo se le escapara. Y detrás, Eros, sólido como una roca, entrelazaba sus dedos con los de ella.—Ábrete más— ordenó en su oído y su voz ronca y aliento caliente hizo estremecer a Lucy.Ella obedeció, separando las piernas, sintiendo cómo su cuerpo se tensaba en anticipación.Eros no esperó y entró en ella de un solo empujón, profundo, brutal y Lucy ahogó un gemido, mientras sus dedos trataban de aferrarse al cristal.—Dios, cómo me gustas así— gruñó el, agarrando sus caderas, clavándose más fuerte.Cada embestida la levantaba en puntillas, sus nalgas chocando con su pelvis con un ritmo obsceno. Y el miró, con hambre, siguiendo el movimiento de su polla entrando y saliendo de su sexo húmedo.—Eros…Él no respondió. Solo acel

C156- VIEJOS AMIGOS.Adeline se giró al escuchar su nombre y se quedó completamente inmóvil al ver a Lucy frente a ella.Sus ojos se agrandaron, la niña a su lado seguía hablando, pero ella no la escuchaba. Lucy también estaba paralizada. Su pecho subía y bajaba con fuerza, como si acabara de recibir un golpe directo al corazón.—¿Ade...? —repitió, sin creer aún que era real.Adeline dio un paso, luego otro… y de pronto la abrazó con fuerza, rompiendo la distancia como si esos años no hubieran pasado, como si el tiempo no tuviera derecho a separarlas.Lucy cerró los ojos y apretó los brazos alrededor de su amiga. Sintiendo que algo viejo dentro de ella se rompía y al mismo tiempo… se curaba.—Mamá… —la voz de la niña las hizo separarse.Ambas miraron a la pequeña, que las observaba con los ojos grandes y curiosos.—¿Quién es?Adeline miró a Lucy, tragando con dificultad y sonrió temblorosa y acarició el cabello de su hija.—Es… una amiga —dijo, con la voz ahogada por la emoción. ―Mi m

C158- DIABLILLA.Pasaron varios días desde que Lucy le mintió a Eros. Él no volvió a mencionarlo, no preguntó nada. Pero hubo un momento en que se sintió tentado a enviar a alguien a seguirla, a confirmar lo que su intuición le susurraba al oído. Pero no quiso llegar a ese punto. Quería confiar en ella, Lucy era su esposa. Ella no lo engañaría, no le pondría los cuernos. Así que simplemente decidió dejarlo pasar, o al menos eso creyó.Ella, en cambio, actuaba como si todo estuviera bien. Como si no cargara con una decisión enorme sobre los hombros Y lo hacía bien.Aquella noche, se preparaban para una de las fiestas más importantes de la Orden. Un evento privado, lleno de hombres de poder. Mafiosos, políticos, herederos de imperios turbios. Y mujeres que sabían jugar en ese mundo sin pestañear.A Lucy ya no la intimidaban.Aprendió con los años a moverse entre ellos. A sonreír sin dar ventaja. A leer el lenguaje de las miradas, a usar el suyo como un arma elegante. Ya no era la chica