EMILIANos quedamos así, enredados entre las sábanas, con las respiraciones, apenas volviendo a la normalidad. Brandon jugaba con un mechón de mi cabello, y yo apoyaba la cabeza sobre su pecho, escuchando los latidos tranquilos, como si por fin hubiésemos encontrado ese lugar seguro al que regresar después de la tormenta.De pronto, me invadió un antojo tonto, de esos que llegan cuando la vida, por fin, parece dulce.— Brandon —. Murmuré, dejando que mi voz se apagara en su piel— ¿Sabes de qué tengo ganas?— Si me dices que de mí otra vez, entonces necesito un vaso con agua —. Respondió con su voz ronca y su sonrisa traviesa.Solté una risa y levanté la cabeza para mirarlo.— No seas tonto. Tengo antojo de pastel.Se quedó mirándome, primero confundido, luego divertido.— ¿Pastel? —Repitió como si fuera el concepto más absurdo, pero adorable, del universo.— Sí. De chocolate. Esos densos, con mucho betún. O con fresas —. Puse mi mejor carita de súplica, sabiendo que con él siempre podí
Leer más