75. ¡Lleven a Isolde a las celdas!
— Cálmate, padre — la voz de Rowan, aunque seguía siendo infantil, resonó con una autoridad inesperada e impropia de su edad. Sus pequeños dedos se aferraron a la gran mano de Damián, y mientras lo hacía, una presión profunda, casi palpable, emanó de su cuerpo. Sus ojos plateados, profundos como pozos lunares, reflejaban una comprensión que helaba la sangre, como si pudiera leer hasta los rincones más oscuros de las almas presentes. — No empeores las cosas… por ahora.La transformación de Damián se detuvo abruptamente. Sus músculos tensos se estremecieron bajo la presión de algo invisible. La furia de la bestia parecía retroceder ante la calma absoluta de su hijo. El aire en la sala se espesó, pesado, como si un cambio irreversible estuviera por ocurrir. Damián cerró los ojos brevemente, su respiración se agitó, pero el destello de serenidad en Rowan era demasiado fuerte para ignorarlo. Con un esfuerzo, comenzó a calmar su furia interna, mientras una sensación extraña, casi como un s
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