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Todos los capítulos de La Niñera del DIABLO: Capítulo 151 - Capítulo 160
160 chapters
Capítulo 151 —Radiante
Capítulo 151 —RadianteNarrador:El sol apenas comenzaba a filtrarse por las cortinas cuando Aylin abrio los ojos, y por primera vez en muchos dias… sonrió sin reservas. No había tenido que fingir estar bien. No había tenido que tragarse las ganas. Anoche, por fin, lo había sentido cerca. Roman.Su voz, su forma de hablarle. Sus ojos y su manera de devorarla con la mirada, era intensa aún del otro lado de la pantalla.Y aunque estuviera a miles de kilómetros, la había tocado como solo él sabía hacerlo. Con palabras, con fuego, con esa intensidad que le había hecho temblar hasta el último rincón del cuerpo.Se levanto con una energía casi absurda. Se dio una ducha rápida, eligió ropa cómoda pero linda, y hasta se maquilló un poco, algo que no hacía desde que había vuelto. Se miró al espejo, ajustó la bufanda azul que llevaba en el cuello como un secreto, y salió de casa con paso ligero.Aylin entró a la fábrica con una sonrisa que no se le borraba ni aunque quisiera. Saludó con un gesto
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Capítulo 152 —Miedo a volar
Capítulo 152 —Miedo a volarNarrador:La música todavía sonaba bajito en el interior del jet. Eros se movía al ritmo, de pie entre los asientos, mientras Sasha reía, recostada sobre el sofá con los pies descalzos, moviendo los dedos como si dirigiera una orquesta invisible.—¡Eres ridículo! —le dijo, entre risas.—Y tú aburrida —replicó él, haciendo un giro exagerado con los brazos, como si estuviera en medio de una competencia de danza.Fue entonces cuando uno de los guardaespaldas se acercó, serio, aunque con una sonrisa indulgente.—Chicos, basta de fiesta. Ya vamos a aterrizar. Siéntense y abróchense los cinturones, por favor.Eros obedeció sin problema. Pero al mirar a Sasha, notó cómo su expresión se alteraba.La sonrisa desapareció. Los dedos se aferraron al borde del asiento. Y un leve temblor en su labio inferior la delató.—¿Qué pasa, Sasha? —preguntó Eros, se levantó y caminó hacia ella. —¿Te encuentras bien?—Od*io viajar en avión—respondió en voz baja —Pero aterrizar… es l
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Capítulo 153 — Vaya sorpresa
Capítulo 153 — Vaya sorpresaNarrador:Aylin cerró la puerta de la casa con la llave aún en la mano. Había dejado la bufanda azul en la fábrica, olvidada entre carpetas, y se reprochaba a sí misma haber salido apurada. La tarde se le había ido de las manos en casa de Santiago, y ahora lo único que quería era cambiarse de ropa y sentarse un rato a respirar.Pero apenas dio un paso dentro del recibidor, algo se detuvo.No el sonido, el aire. Porque allí, en medio de su casa, estaban dos figuras que no deberían estar.Sasha y Eros.—¡Sorpresa!La maleta de ella a un lado. Su mochila a medio cerrar. Los ojos... los ojos completamente rojos.—¿Sasha? —susurró Aylin, soltando la cartera al suelo sin mirar.Sasha, de pie, rígida. Eros detrás, un paso más atrás, como conteniéndola.La adolescente dio un paso hacia adelante. Llevaba el cabello suelto y tenía los ojos rojos, el rostro pálido y la mandíbula tan tensa que parecía que se le iba a romper.—Aylin —dijo, apenas un susurro —Yo…Aylin n
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Capítulo 154 —Aunque sea un poco viejo…
Capítulo 154 —Aunque sea un poco viejo… Narrador:La charla seguía fluyendo entre recuerdos, risas suaves y silencios cómodos. La tarde se había convertido lentamente en noche, y la casa estaba envuelta en esa calma que solo llega después del llanto y la reconciliación.En un momento, Eros miró su reloj. Lo hizo una vez, luego otra, como si confirmara algo. Finalmente se levantó del sofá con discreción.—¿A dónde vas? —preguntó Aylin desde la cocina, sirviéndose un poco más de limonada.—Tengo que hacer una llamada —respondió él, ya rumbo al pasillo.Ella alzó una ceja.—¿Una llamada? ¿Tú?Eros se giró y la miró con una sonrisa socarrona.—Sí, Aylin. Estoy a dos semanas de cumplir dieciocho. No me controles tanto.Aylin apoyó el vaso en la mesa y cruzó los brazos.—Bueno, pero tampoco uses eso como excusa para hacerte el hombre ahora, ¿eh?—Ya soy un hombre —dijo él, mientras retrocedía con una sonrisa torcida.—Sí, sí… uno que se cree más listo que todos. Anda, ve. Pero no tardes —le
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Capítulo 155 —Estoy aquí, encerrado.
Capítulo 155 —Estoy aquí, encerrado.Narrador:La noche había caído sobre la ciudad con una calma engañosa. Lloviznaba. Una de esas lluvias finas y persistentes que no limpian nada, solo empapan el alma, pegando el cabello a la piel y convirtiendo las calles en espejos rotos de luz artificial.En el último piso de un edificio algo deteriorado, Miranda Adler se servía una copa de vino tinto con movimientos lentos. El reloj marcaba las 21:40. La botella estaba a medio vaciar. El departamento olía a humedad, a encierro, a documentos viejos. Sonaba una canción suave desde el teléfono, olvidado sobre la encimera: algo melancólico, quizás francés, que flotaba apenas sobre el zumbido constante de la nevera.Había trabajado toda la tarde en los papeles del juicio y esayado cada una de sus palabras con precisión, esas que declararía en pocos días en el juzgado. La demanda por la custodia de Sasha estaba en curso, y su abogado le había prometido una resolución rápida. Ya se veía ganando. Ya se i
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Capítulo  156 —Gritaba poder
Capítulo 156 —Gritaba poderNarrador:Unas horas después, ya entrada la mañana, Gabriel Márquez envió a su sobrino a la penitenciaría. Traía consigo un portatrajes impecable, zapatos pulidos, corbata oscura, y una orden sellada: Roman Adler debía ser trasladado al velatorio de su esposa fallecida. Todo estaba arreglado. Rápido, discreto, sin prensa, sin escándalo.Los guardias lo sacaron de la celda sin prisas. No había grilletes, no había empujones. Nadie lo apuró. Nadie osó faltarle el respeto. Sabían perfectamente quién era.Roman entró al baño reservado, donde dos guardias se mantuvieron en la puerta, custodiándolo, pero dándole privacidad. Él se quitó la ropa de prisión con calma, paso a paso, y dejó que el agua de la ducha lo recorriera. No había apuro en sus movimientos. Sabía que al salir, cada cosa que hiciera importaría.Cuando se miró al espejo, con el cabello mojado, sin la sombra de cansancio que cargaba horas atrás, supo que el Diablo había regresado.El traje, neg*ro pr
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Capítulo 157 —Una pulsera molesta
Capítulo 157 —Una pulsera molestaNarrador:Dos días después del entierro de Miranda, la sala del juzgado estaba cargada de murmullos bajos y miradas cruzadas. Los abogados de la fiscalía cuchicheaban entre ellos, lanzando miradas duras a Gabriel Márquez, que permanecía de pie, impecable, frente al estrado. A su lado, Roman Adler lucía como si estuviera en una reunión de negocios: traje oscuro perfectamente entallado, manos cruzadas a la espalda, rostro inescrutable.El juez hojeaba los papeles con gesto serio, golpeando suavemente el escritorio con la tapa de su bolígrafo. Finalmente levantó la vista, ajustándose las gafas.—Señor Adler, este tribunal autoriza su salida bajo libertad condicional, limitada a arresto domiciliario con monitoreo electrónico permanente.La fiscalía frunció el ceño. El juez prosiguió, sin mirarlos.—Los cargos en su contra permanecerán vigentes mientras dure la investigación. Cualquier intento de abandonar su residencia sin permiso explícito será considerad
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Capítulo 158 —El mundo del Diablo
Capítulo 158 —El mundo del DiabloNarrador:Eros daba vueltas en la cama, incapaz de dormir. El reloj marcaba las dos y media de la madrugada, y su habitación estaba en completo silencio, salvo por el zumbido lejano del router encendido en la sala.Miraba el techo, apretaba los puños. El Diablo le había dicho que no se metiera, que no necesitaba su ayuda. Pero Eros no podía quedarse quieto. Algo dentro suyo le ardía, como un motor encendido.De pronto, se sentó. Tomó su celular del escritorio, desbloqueó la pantalla y buscó un número en particular. Sabía que a esa hora su amigo Leo seguiría despierto; el tipo vivía enchufado a su computadora, siempre entre juegos, códigos y foros clandestinos.Marcó.—¿Eros? ¿Tú? —respondió Leo, sorprendido, con voz adormilada.—Hey, sí, soy yo. Perdona la hora, hermano… pero necesito que me expliques algo.—¿Algo tipo tarea? Porque sabes que ya pronto empezamos con los exámenes—No, no, no es de eso. Mira… —bajó la voz, aunque estaba solo —Supongamos
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Capítulo 159 —No eres una pequeña
Capítulo 159 —No eres una pequeñaNarradro:Eros no había pegado un ojo en toda la noche. Amanecía, el cuarto estaba lleno de luz gris, y él se lavó la cara, respiró hondo frente al espejo y se miró fijo.—Vamos, carajo… tú puedes.Volvió a la mesa, tomó el celular y marcó. Tres tonos.—¿Sí? —respondió Roman, con su voz grave, ronca, medio cargada de sueño, medio cargada de mundo.—Roman, soy yo, Eros.Un breve silencio.—Sí, Eros, tu nombre me sale en la pantalla, digo, por si no lo sabes, pero ¿que sucede? —la voz de Roman se tensó apenas, como si ya intuyera que no era un saludo trivial.—Sí, bien, como sea. Escucha, no quiero vueltas: tengo algo para ti. Algo importante. Estuve revisando los expedientes, moviendo algunas piezas, y encontré grietas. Inconsistencias en los casos que te están cargando encima.Otro silencio, más largo esta vez.—Eros… —dijo Roman al fin, con ese tono bajo, peligroso —¿Qué demonios estás haciendo, muchacho?—Lo que me dijiste que no hiciera —respondió
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Heredar el infierno
Capítulo 160 —Heredar el infiernoNarrador: Los gritos, los sollozos, el llanto ahogado… todo había llenado la casa como un eco imposible de ignorar. Las paredes parecían vibrar, como si absorbieran la angustia de Sasha y la devolvieran amplificada.Aylin, que estaba medio dormida, se incorporó sobresaltada en la cama, con el corazón acelerado. Se puso un suéter encima a toda prisa, sintiendo el pulso en las sienes, y salió al pasillo. El sonido era inconfundible: venía de la sala. Caminó rápido, con pasos cortos y ansiosos, guiada por esa mezcla de llanto, jadeos y murmullos rotos.Cuando llegó al umbral, se detuvo en seco.La escena la golpeó como un puñetazo al pecho: Eros estaba sentado en el sillón de la sala, abrazando fuerte a Sasha, que tenía el rostro enterrado contra su pecho. La adolescente temblaba, sollozando como si el mundo se le viniera abajo, como si cada músculo de su cuerpo estuviera cediendo bajo el peso del dolor.Aylin se quedó un instante sin palabras, tratando
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