Joaquín
Sentí el peso de la caja de pizza en mis manos mientras entraba a la empresa.
El aroma de la piña y el chocolate me golpeó de lleno, haciéndome fruncir el ceño.
"¿Qué clase de monstruo pide algo así?" pensé mientras recordaba el mensaje del chantajista.
No me sorprendió que el empleado de la pizzería me mirara con el mismo desagrado con el que yo miraba la caja ahora.
Ni siquiera me molesté en explicarme. Solo pagué, tomé la pizza y salí de ahí.
Pero algo me estaba pasando. Algo muy raro.
Un calor comenzó a subir por mi pecho, extendiéndose con una lentitud exasperante, hasta que llegó… bueno, a esa zona.
Fruncí el ceño y moví un poco los hombros, como si eso fuera a aliviarlo.
"Tal vez es por andar corriendo. O tal vez es la maldita elección de pizza y mis papilas gustativas se rebelan por asociación," me burlé de mi mismo, intentando ignorar la incomodidad que no dejaba de crecer.
Al entrar a la oficina, mis ojos buscaron a Camila.
La ví en su escritorio, charlando c