140. LAS INVITADAS DE ELLIE
Ellie miraba a Cecil con rabia y seguía negando la verdad con vehemencia; estaba furiosa porque ella conociera toda esa información. —¡Seguro que se inventó esa esposa porque estaba molesto con sus padres! —dice, tratando de explicar lo que hizo Gerónimo. —¿Por qué dices eso? —pregunta Cecil, quien se crió con ambos chicos y les cree. — Guido me dijo que su hermano había encontrado a su alma gemela, y que era muy linda; él no tiene por qué mentirme. —¡No es cierto, te lo digo, Cecil! —vocifera frustrada Ellie—. Será como todas las demás, ya verás. —No sé qué decirte —responde Cecil, volviendo a recostarse en su silla—. Es la primera vez que escucho que Gerónimo presenta a una chica, y no solo eso, la presentó como su esposa. Las palabras de Cecil flotaban en el aire, llenas de una tensión palpable que ninguna de las dos estaba dispuesta a romper. Ellie cruzó los brazos, queriendo fulminar con la mirada a la joven, y luego miró al suelo, buscando entender lo que, a su parecer, era
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