Cuando amanece, Maximiliano abre los ojos y siente como si estuviera soñando. A su lado, abrazada a su cuerpo y con delicada ropa de dormir, Coral reposa profundamente ajena al mundo. La visión lo desconcierta; ¿cómo es que está aquí? ¿Cómo logró entrar sin que él se diera cuenta? Entonces, con un destello de memoria, recuerda el mensaje que le envió días atrás, su clave de acceso que podría ser la respuesta a aquel misterio. Con cuidado, para no despertarla, se levanta despacio. Sus manos se mueven con casi reverente delicadeza mientras se aleja de ella, como si el más mínimo ruido pudiera romper aquella paz. La mira por última vez antes de salir de la habitación, admirando la tranquilidad de su rostro dormido. La condenada realmente es hermosa, piensa con una sonrisa fugaz, casi culpable. Si no estuviera enamorado de Fiorella, de seg
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