LUCIEN BLACKWELLCada vez que me metía a mi invernadero me gustaba poner algo de música clásica. Había escuchado que ayuda mucho en el crecimiento de las flores, tal vez por eso las rosas florecían de esa manera, con tantos pétalos que le daban una apariencia esponjosa, y de un rojo oscuro, como el de la sangre venosa. ¿Cómo lo sabía? Porque también como asesino se aprende mucho. No es lo mismo cortar la vena yugular que la arteria femoral. El color, la presión y el tiempo de muerte son muy diferentes. Entre mis rosas me embargaba una paz que me desconectaba del exterior. Comencé a cortar con delicadeza, una por una, sin dejar de pensar en Camille. Hoy la darían de alta junto a mi hijo. Por fin los tendría para mí, mi familia. Mi hermosa mujer y mi querido hijo, las dos partes de mi corazón, hasta que Camille decidiera darme un hijo más, de esa misma manera se fragmentaría mi amor que era incondicional hacia ellos. Entonces la vi por el rabillo del ojo, perturbando mi calma. Mi cu
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