Casi 36 horas después de que abordaron, el yate Isabella llegaba sin contratiempo a las Bahamas. Irina estaba preocupada por no saber nada de su madre, Alex trataba de calmarla diciéndole que si hubiera pasado algo malo, Richard le habría avisado. Los niños ajenos a las mortificaciones de los adultos se la pasaban en grande. —Cariño, disfruta de las vacaciones —le indicó Alex. —Eso es imposible, Alex, no puedo simplemente desconectarme de mi vida y ya. — ¿De qué hablas? Desde hace tiempo lo hiciste, tu vida ahora mismo es un caos, pero aquí estoy yo para resolverlo todo. —Te lo tomas demasiado relajado. — ¡Mamá vamos a la playa! —Gritó Ema. — ¡Mamá debemos hacer un castillo! —Gritó Ryan. —Hazlo por ellos, ya yo voy con ustedes —Alex le robó un beso poniendo a Irina más nerviosa, pero los niños no los veían—. Hablaré con la tripulación y pasaremos un agradable día de playa. Irina suspiró y caminó detrás de los niños que emocionados corrían por la arena.

En el camarote principal del yate Irina y Alex discutían, los niños llenos de adrenalina y cargados de azúcar en sus sistemas, habían tardado horas en dormirse. Finalmente Irina y Alex podían expresar la preocupación que sienten. Alex caminaba de un lado a otro, su cuerpo reflejaba tensión contenida, su mente dividida entre la urgencia de volver y la responsabilidad que tenía frente a Irina y los niños. —Tengo que ir —afirmó, su voz firme, pero controlada—. No puedo quedarme aquí mientras Richard lucha por su vida. Irina apretó los labios, sus ojos fijos en él. —Alex, la amenaza más grande es en contra de mi madre, también quiero regresar. —No solo a tu madre quieren, tú eres el premio, la hija de la traición, yo el jefe de la Legión Azul en América, y tenemos dos pequeños, es demasiado tentador atacarnos a nosotros. Y no podría vivir si algo le pasa a ti o a mis hijos. —No podemos seguir corriendo, Alex —susurró—. Tenemos que enfrentar las cosas —Irina puso las mano

Los atacantes llegaron sin la violencia desenfrenada que esperaban. No dispararon con frenesí, sino que se deslizaron por el pasillo, como si su propósito fuera más el reconocimiento que la aniquilación. Eran tantos que aunque Olga y Richard pudieron darle a unos pocos en su línea de tiro, de inmediato estaban sometidos. Olga y Richard se miraron sabiendo que sería la última vez. Fue entonces cuando surgió, en medio del caos, la fuerte voz masculina: — ¡Alto, policía! Las armas cayeron al suelo sin mediar resistencia, Olga y Richard se miraron en silencio sin poderlo creer. Eran testigos de esta improbable escena mientras su mente bullía en preguntas sin respuesta. Santiago emergió con una presencia arrolladora, sometía a un hombre. —Es el líder de la Bratva en los Estados Unidos —susurró Richard a Olga. El rostro del hombre mostraba signos de haber recibido un castigo, pero su porte era tan imponente que parecía que pocas personas podían haberse enfrent

Olga primero que nada buscó a Richard, lo encontró en la emergencia, atendido por un médico risueño. —Menos mal que Rachel te atendió a tiempo, todo está muy bien. Solo necesita tomarlo con calma por unos días. —Ella es muy buena médico —reconoció Richard. El joven doctor sonrió de lado. —Sí que lo es —murmuró sin levantar la vista. Richard miró llegar a Olga y sonrió con la misma expresión soñadora que tenía el médico. — ¿Cómo estás Richard? —Preguntó Olga, ahora se sentía incómoda con él, ya no era necesario que estuvieran juntos. No había peligro. —Estoy como nuevo, listo para trabajar —Richard miró detrás de Olga—. ¿Y Marco? —Está atendiendo sus negocios. «Y yo no debería estar aquí» Pensó Olga. —Bueno, ya que te veo tan bien, será mejor que me vaya —murmuró Olga llena de vergüenza, Richard capturó su brazo antes de que se fuera. —Ve con él, pero ya falta poco —susurró Richard. Olga se atrevió a mirarlo. El significado de esas palabras no er

Irina y Alex llegaron a la casa de Salvatore. El chofer de la mansión los había buscado en el aeropuerto con un equipo de escoltas armados, solo por precaución. Matilde los esperaba, y lucía nerviosa. —Gracias a Dios llegaron bien y sin contratiempos. Los niños corrieron a los brazos de Matilde hablando de las aventuras que vivieron, ella sonrió con ellos y ante la propuesta de galletas y leche achocolatada se fueron felices con una de las chicas del servicio. Los tres adultos fueron a la cocina. —Los niños están bien, y saben que son sus padres, y están felices con ello —Exclamó Matilde complacida. —Al menos para ellos nada malo ocurre —respondió Irina y miró a Alex—. Gracias a Alex sin duda, para ellos su recuerdo será el de unas lindas vacaciones. —No solo para ellos —dijo Alex y pasó el brazo por la cintura de Irina. Irina cambió de colores y desvió la mirada de Matilde, más ella esta estaba feliz por ellos. Irina mordió sus labios y se aclaró la gar