Aitana se vio obligada a permanecer allí, sometida a los arreglos de Damián, pasando sus días absorta en sus pensamientos.Con el tiempo, empezó a pensar que no solo ella estaba enferma, sino Damián también.En realidad, ambos estaban enfermos....En la mansión, parecía reinar una tranquila paz.Afuera, sin embargo, todo era un caos.Dos semanas después, Fernando, que había conseguido información por algún medio, llegó a la mansión.En el estudio del segundo piso flotaba el aroma del té, el favorito de Fernando.Pero en ese momento, Fernando no tenía humor para disfrutar del té. Señalando a Damián, estalló furioso: —¡Devuélvela inmediatamente! Te llevaste a su hija dejando solo una nota, ¿cómo puedo explicárselo a Leonardo y su esposa? ¡Es su hija de sangre!Bajo la brillante luz de la lámpara de cristal, Damián mantenía una expresión impasible: —Papá, Aitana es mi esposa.Fernando encendió un cigarrillo y caminó de un lado a otro, para luego detenerse.—Hace tiempo que ya no lo es.—
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