Alexander Lee (Jing-Sung) Sí, existe alguien que me hace perder el control, y está a mi lado. Mi lado vulnerable es ella, la miro de reojo porque sabe tantas cosas de mí en poco tiempo. Saber que Karl presenció nuestro lado íntimo no es algo que supere fácilmente; aunque hemos estado en situaciones similares en el pasado, no acepto que haya visto a Munan así. Lo sé, es mi fiel amigo, pero no puedo evitar sentir celos de él. ​Y tengo válidas razones, porque ahora, cuando discutimos cualquier situación que tenga que ver con ella, él siempre está de su lado. Como hace rato, por ejemplo. Dijo que era más seguro que ellas estuvieran juntas y no conmigo. ¿Qué le pasa? Ella está más segura conmigo que con su amiga, porque la otra es un desastre andante. ​—¿Hablaste con Ji-Seok? —interrumpió mi pelea mental. ​—Sí, acertaste sobre sus intenciones... Quiere el tratamiento. ​—¿Qué le dijiste? —me miró ansiosa. ​—Que estamos dispuestos a ayudarlo. Por eso, ahora hablaremos con él. ​

Aimunan La puerta del auto se cerró con un suave clic, separándome de la extraña confesión y del hombre que había hecho de ella su vida. El olor a cuero nuevo invadió el espacio, una familiaridad que por un momento me hizo olvidar lo que acababa de pasar. Miré a Alex, sus ojos fijos en el camino. No había dicho una palabra, su silencio era más pesado que el de antes. —Haré lo que desees, ¿ A qué se refería?— pregunté. La voz de Alex rompió el silencio, era grave y llena de un peso que no había escuchado antes. "Se refería a que nos debe un favor. Y no es cualquier favor. Ji-Seok era mi rival, mi enemigo desde hace mucho tiempo. Estaba buscando una oportunidad para derrocarme, pero ahora, él está en deuda con nosotros. En nuestro mundo, una deuda de este calibre significa lealtad, sin importar lo que haya sucedido en el pasado. Ahora tenemos a un aliado". Su voz, aunque seria, sonaba triunfal. —Ummm —dije sin entender muy bien. —¿Quieres que vayamos a despejarnos un poco ant

Alexander Lee (Jing-Sung) " Porque a usted, también le hubiera gustado que le dejaran decidir".—Esas palabras resonaron dejando un eco latente en el lugar. Munan se estremeció ante sus mismas palabras, su naturaleza se había apoderado de ella. La fuerza en sus manos era tan fuerte que supe que se estaba controlando de decir de más. La fachada de mi padre se desvaneció como un manto rasgado que dejaba ver su desnudez. No emitió palabra alguna atascado por su sorpresa. El silencio se sintió eterno, y yo por fin entendía lo que pasaba con mi padre. Fué un gran golpe saber que mi padre no estaba satisfecho con su propia vida y con la mujer que tenía a su lado. Mi corazón sintió pena por él, ahora lo entendía, pero también sentía dolor por mi madre, que había entregado su vida a él. Munan se giró hacia mí con una mezcla de arrepentimiento y miedo. Sus dedos temblaban entre los míos, mi padre la había llevado a su límite, ella había logrado ver dentro de él. —¿Es así padre?—pregu

Alexander Lee (Jing-Sung) ​"¡Señor! ¡Señor! Debe soltarla, necesitamos sacarla de inmediato". ​La sirena de la ambulancia, la bocina de los autos, gritos por doquier, hacían eco en mi cabeza, causándome dolor. ​Abrí los ojos. Un montón de cabello estaba pegado a mi rostro. Miré a mi lado y Munan... estaba inconsciente. Su cabello cubría su rostro. Me congelé al ver que no se movía. ​—¡Señor! Suéltala, ¡debemos sacarlos! —era Karl quien hablaba. ​—Amor, despierta... Munan, no me hagas esto —le susurraba. Los paramédicos procedieron a cortar el cinturón de seguridad. Habían roto la puerta de su lado; el coche había sido aplastado del lado de ella. Yo solo tenía una herida en la cabeza por el golpe de rebote. ​Cortaron mi cinturón y salí como un loco cuando la sacaron y la colocaron en la camilla. ​Karl me detuvo, pero lo empujé. Necesitaba saber cómo estaba ella, pero los paramédicos me sujetaron y comenzaron a revisarme. ​—Quédese quieto, usted no está bien —regañaba una mujer.

Aimunan El primer sonido no fue la sirena, sino un silencio blanco. Un pitido constante, plano, inhumano. Mis párpados pesaban demasiado para abrirlos, y un dolor opaco, profundo, residía en mi abdomen y mi espalda baja. ​Había oscuridad, y un frío que no era de la habitación. Era un vacío. ​Sentí que flotaba entre dos realidades: la niebla pesada de la anestesia, y una certidumbre terrible. Cuando el coche impactó, no sentí el metal; sentí una presión enorme, una explosión de energía que me rodeó, protegiendo mi cuerpo. Recuerdo la luz magenta, mi propio escudo, y un juramento mudo que hice: Protegerlo. ​La conciencia regresó de golpe, y con ella, una verdad tan fría que me hizo jadear. Me faltaba algo. El instinto que me había guiado durante meses, la pequeña luz energética que ardía en mi vientre, se había apagado. Estaba sola. ​Abrí los ojos. La luz artificial del hospital me quemó. ​Vi tubos, monitores, y luego, lo vi a él. ​Alexander. Estaba sentado en una silla