El trinar de los pájaros rasgó el silencio, anunciando que el amanecer había llegado. Isabel, aunque aún confundida y dolorida, retomó su camino. Reconoció el río del pueblo y, a lo lejos, el ruido de los autos en la carretera le devolvió un hilo de esperanza. Si lograba llegar hasta allí, tal vez alguien podría ayudarla.Caminando entre la hierba y la maleza, se abrió paso con desesperación, luchando contra el cansancio que atenazaba su cuerpo herido. Se sentó sobre una piedra para recuperar fuerzas, pero apenas pudo cerrar los ojos: unos pasos crujieron en la maleza cercana. Sin pensarlo, se levantó y echó a correr, el corazón golpeándole el pecho, huyendo del monstruo llamado John.El dolor de la golpiza recibida punzaba cada músculo, pero su voluntad era más fuerte: tenía que sobrevivir.Mientras tanto, Michael y Juliana llevaban horas buscándola. Desde el día anterior no habían descansado. Al llegar a la imponente casa Martín, tocaron la puerta una y otra vez, pero nadie respondi
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