Él no responde de inmediato. Solo me mira, y sus ojos, esos ojos que una vez conocí tan bien, ahora están vacíos, llenos de un dolor que me atraviesa sin piedad. Me siento expuesta, vulnerable, al igual que él.–No me dijiste nada –murmura, con voz rasposa, entrecortada por el peso de las palabras no dichas. La vulnerabilidad que emana de él es palpable, desgarradora, y la tristeza en su mirada se clava como una daga en mi pecho. –Abrí mi corazón, y luego… te vi marcharte con ese hombre. ¿Debo olvidarte? ¿Debo dejarte ir? –La desesperación tiñe cada una de sus palabras, y mi cuerpo se paraliza ante el tormento que refleja en su rostro. –Por favor, dime si debo hacerlo. Si debo arrancarte de mí, si debo dejar de luchar.Mi mente se acelera, intentando encontrar las palabras adecuadas, pero todo lo que escucho es el sonido de su dolor, el eco de sus emociones que resuenan en el silencio entre nosotros. –¿Estabas bebiendo… en horas de trabajo, Liam? –mi voz sale más dura de lo que pr
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