LeandroVerla tan inocente y dispuesta a aprender, no solo por ella, sino por mí, me hace adorarla.Quiero creerle, necesito creerle que me quiere, que ya no siente nada por Demetry, que todo quedó en el pasado.—Leandro, te quedaste callado.—Admirándote. —Le extiendo la mano —. Ven, recuesta tu espalda sobre mi pecho y abre tus piernas.—¿Frente al espejo? No, Leandro, esto es vergonzoso.—Esto es descubriéndote, si no sabes lo que te gusta, cómo me lo exigirás.Hace lo que le dije con todo su cuerpo rojizo y perfecto.—No te preocupes. Observa, cómo lo hago para que la próxima me dé un gran espectáculo.Inicio acariciando sus hombros, el costado de sus pechos, beso su cuello mientras agarra confianza y va entregándose al placer.—Tócate los pechos, —susurro y lo hace inmediatamente —, ve bajando una mano.Se resiste un poco y me observa por el espejo, con esas mejillas rojas entre la pena y el deseo.Tomo una de sus manos y voy acariciándola hasta llegar a su centro.—Acaríciate con
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