Samantha Abro los ojos con lentitud. No sé cuánto tiempo ha pasado. Podrían haber sido minutos… o días, no lo se. La luz es tenue, pero suficiente para mostrarme que sigo en el mismo maldito lugar. El olor a humedad y sudor rancio me revuelve el estómago. Trato de mover los brazos, pero el dolor en las muñecas me arranca un quejido; la piel está en carne viva por las cuerdas tan apretadas.La cabeza y la cara me late como si alguien estuviera martillando dentro de ella. Cada respiración me quema la garganta, mi boca se siente hinchada y me sabe a óxido.Un gemido, suave y apagado, me hace girar la cabeza. Ahí está Cristal. Sigue desnuda, atada, pero ahora su rostro está hinchado, marcado por golpes recientes. Sus ojos están cerrados, su respiración irregular, y, por primera vez, parece tan rota como yo.Me siento tan impotente, no puedo ayudarla, ni puedo ayudarme a mí misma. Necesito que alguien, quien sea, venga a rescatarnos. Ya no aguanto más. Pero debo aprovechar este momento en
Leer más