Eva—¡Maldición, maldición, maldición! —murmuré para mí misma, con frustración. Este se suponía que iba a ser un viaje sencillo: ir a la ciudad, buscar un supuesto objeto, con ayuda de la diosa, evitar que lo obtuvieran, y eso sería todo. Mi idea era alejarme lo más posible de alfa Damián y sus guerreros. Me agradaba el joven alfa, y había escuchado muchas cosas de su ciudad, pero todo se había quedado corto. La ciudad era imponente, y entre sus guerreros había tanto lobos como vampiros, preparados para matar. Y, como si no fuera poco, estaba Su Majestad. Algo me decía que Cielito también estaría aquí. Juro que esto era una tragedia.Las piedras caían como si fueran lanzadas desde el cielo, y si aún tenía dudas sobre cuál era el elemento de Clementina, sin duda era la tierra. La hechicera estaba bien resguardada, y no podía evitar maravillarme al ver su poder en acción. La batalla se desataba a nuestro alrededor. Me parecía que estábamos enfrentándonos uno a uno, aunque sabía que el p
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