Todos los capítulos de El Amor del CEO Frío por la Chica de las Flores: Capítulo 81 - Capítulo 90
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POV de ADRIANAPero hoy era diferente. Hoy todo parecía estar en el aire, un poco más pesado, como si la tensión estuviera en cada rincón de la casa. No podía quitarme esa sensación, esa sensación de que algo importante estaba por suceder. Había algo en el aire que no podía ignorar.Me miré al espejo mientras me lavaba la cara. Necesitaba estar lista para lo que viniera. ¿Y qué venía exactamente? No lo sabía. Tenía tantas dudas en la cabeza. La vida últimamente me había dado tantos giros inesperados, y aunque trataba de mantener la calma, la ansiedad no me dejaba en paz. Todo esto de ser parte de un equipo para reconstruir el pueblo afectado por el desastre natural, la presión de ser la líder… nunca pensé que me encontraría en esta posición. Nunca pensé que tendría que ser tan responsable por tantas vidas.Dejé escapar un suspiro mientras me vestía. Mi teléfono comenzó a sonar. Era Juan. A veces lo odiaba por ser tan directo, pero en momentos como estos, agradecía que fuera tan... real
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POV de DIEGOMe desperté temprano, como siempre. El sol aún no había salido, y yo ya estaba levantado. Aunque la luz de la madrugada apenas se filtraba por la ventana, ya sabía que este día sería como los demás, una rutina en la que, aunque la situación a mi alrededor cambie, yo sigo siendo el mismo. Pero, a veces, cuando las cosas se vuelven demasiado estables, empiezo a cuestionarme qué tan bien está todo en realidad.Mientras me preparaba para salir de la casa, escuché la voz de mi madre desde la cocina. Siempre me llama antes de que me vaya, no importa la hora. Le da esa tranquilidad saber que al menos no me olvido de darle un beso antes de enfrentarme al día.—Diego, ¿ya te vas? —me preguntó, aunque sabía perfectamente que sí, que me iba. Había aprendido a no hacer demasiadas preguntas últimamente. Las respuestas siempre eran las mismas.—Sí, mamá, ya. Solo voy a tomar un café y ya me voy —le respondí mientras me servía un poco en la taza que había dejado sobre la mesa.La miré. S
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POV de AdrianaEl apartamento estaba en silencio. Demasiado silencio. El leve zumbido del refrigerador era el único sonido que llenaba la habitación mientras yo me sentaba en el borde del sofá, con la mente perdida en pensamientos lejanos. Ya no estaba segura de qué hora era. El mundo afuera parecía distante, desconectado de todo el caos que sentía por dentro. Diego había vuelto a llamar. Ya habían pasado varios días, y cada vez que me llamaba, dudaba en contestar. No es que no me importara, pero cada vez que veía su nombre en la pantalla de mi celular, un peso se asentaba en mi pecho.No debería haberlo ignorado. Lo sabía. Pero tenía mis razones. O al menos me convencía de que las tenía.Miré mi teléfono sobre la mesa de café. Su nombre parpadeaba, casi burlándose de mí. ¿Por qué sigue insistiendo?Él sabía lo que había pasado la última vez. Lo que sucedió entre nosotros. La discusión todavía retumbaba en mi cabeza como un disco rayado. La manera en que me había dicho: “Nunca dejas qu
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POV de DIEGONo sabía exactamente qué esperaba al ir a buscarla. Solo sabía que después de la llamada que recibí de Nora, algo en mí se quebró. Las piezas empezaban a encajar, pero el dibujo que formaban me desgarraba por dentro.Toqué el timbre con la mandíbula apretada, y esperé. No pasaron más de cinco segundos antes de que Adriana abriera. Tenía la expresión sorprendida, pero no del todo.—Diego… —su voz era apenas un susurro.—Tenemos que hablar —dije seco, sin rodeos.—¿Ahora?—Ahora.Ella asintió y se hizo a un lado para que pasara. Cerró la puerta con cuidado, como si eso fuera a evitar la tormenta que venía. Caminé directo al salón sin esperar invitación. Mis pasos eran firmes, mi pecho un incendio.—¿Qué pasa? —preguntó, aunque yo sabía que intuía lo que venía.La miré. Directo. Sin pestañear.—¿Desde cuándo sabías que tu madre me conocía?El silencio cayó como una piedra. Su rostro perdió el color. Esa fue mi respuesta.—No fue… no fue intencional —balbuceó—. Yo solo…—¡¿Cuá
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POV de DIEGONo podía dejar de mirar la puerta.Esa maldita puerta blanca frente a mí. Era la entrada al estudio de su madre. La mujer que había destrozado más que una familia. La mujer que había destruido a Adriana… y de paso, casi me arruina la vida a mí también.Inspiré hondo. El aire en la mansión me sabía a traición.—¿Estás seguro de esto? —preguntó Adriana, de pie junto a mí, su mano rozando la mía.Asentí. —No puedo seguir sin entender por qué lo hizo. Por qué nos lo hizo.—Te va a enredar. Es su especialidad.—Lo sé. Pero esta vez no soy el mismo pendejo de antes.La puerta se abrió sin aviso. Allí estaba ella. Mercedes. Fría como el mármol, arreglada como si fuera a una gala. Ni una arruga, ni una emoción.—Adelante, Diego —dijo con una sonrisa helada—. Estaba esperando que quisieras hablar.Adriana me apretó el brazo, pero la solté con cuidado.—Nos vemos después —le murmuré. Entré.El estudio olía a incienso caro. Todo brillaba. Todo estaba perfectamente en su lugar, como s
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POV de ADRIANANo podía dejar de mirar la puerta.Esa maldita puerta blanca frente a mí. Era la entrada al estudio de su madre. La mujer que había destrozado más que una familia. La mujer que había destruido a Adriana… y de paso, casi me arruina la vida a mí también.Inspiré hondo. El aire en la mansión me sabía a traición.—¿Estás seguro de esto? —preguntó Adriana, de pie junto a mí, su mano rozando la mía.Asentí. —No puedo seguir sin entender por qué lo hizo. Por qué nos lo hizo.—Te va a enredar. Es su especialidad.—Lo sé. Pero esta vez no soy el mismo pendejo de antes.La puerta se abrió sin aviso. Allí estaba ella. Mercedes. Fría como el mármol, arreglada como si fuera a una gala. Ni una arruga, ni una emoción.—Adelante, Diego —dijo con una sonrisa helada—. Estaba esperando que quisieras hablar.Adriana me apretó el brazo, pero la solté con cuidado.—Nos vemos después —le murmuré. Entré.El estudio olía a incienso caro. Todo brillaba. Todo estaba perfectamente en su lugar, como
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POV de ADRIANA—¿Me estás evitando, Diego?Las palabras salieron de mi boca antes de que pudiera detenerlas. Estábamos en el pasillo del edificio de artes, él con su mochila colgada del hombro y la vista en cualquier parte menos en mí. Desde que volvió de ese viaje con su familia —o lo que sea que haya sido—, no era el mismo. Frío. Distante. Como si yo hubiera hecho algo mal.Él me miró, finalmente. Su ceño fruncido. Su mandíbula tensa. —No te estoy evitando. Solo estoy ocupado, Adriana.Me reí con incredulidad. —¿Ocupado? ¿En qué, exactamente? Porque ni siquiera contestas mis mensajes.—No tengo que darte explicaciones —espetó, dando un paso hacia mí, con una mirada que me atravesó como una cuchilla—. No somos nada.Su frase me golpeó más fuerte de lo que imaginaba. Sentí que el piso se abría bajo mis pies. ¿Nada? ¿Después de todo lo que compartimos?—¿Eso piensas? ¿Que no somos nada?No respondió. Solo me miró con una expresión que no lograba descifrar del todo. Dolor, quizá. Culpa
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POV de DIEGONunca pensé que una conversación podía sentirse como una batalla. Pero eso era exactamente lo que pasaba cada vez que Adriana y yo hablábamos últimamente. No importaba si empezábamos en calma, siempre terminábamos levantando la voz, empujando los límites, como si quisiéramos ver quién se quebraba primero.Hoy no fue la excepción.—¿Entonces eso es todo? ¿Te vas sin siquiera intentarlo? —su voz temblaba, y no sé si era por rabia o por tristeza.—No se trata de no intentarlo, Adriana. Es que esto… esto ya no es lo mismo.Ella se cruzó de brazos, sus ojos clavados en los míos como dagas.—¿No es lo mismo o simplemente no quieres luchar por lo que tenemos?Sentí la punzada en el pecho, pero traté de mantenerme firme.—Tú también lo sabes. Hemos cambiado. Todo cambió desde que lo de mi mamá empeoró, desde que dejé de venir a clase, desde que tú…—¿Desde que yo qué? —interrumpió, dando un paso hacia mí.Tragué saliva.—Desde que empezaste a mirarme como si fuera un problema más
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POV de DIEGONunca imaginé que el silencio de Adriana pudiera doler más que sus gritos. Pero esa noche, cuando le mandé tres mensajes seguidos y no respondió ninguno, entendí que había cruzado una línea que quizás no tendría regreso.Yo había prometido quedarme. Había prometido no huir. Y sin embargo, lo hice otra vez.Todo porque me sentí impotente. Porque mamá tuvo otra recaída. Porque el médico nos dijo que lo mejor era “prepararnos emocionalmente”. ¿Cómo se prepara uno para perder a la persona que te dio la vida? ¿Cómo demonios?Tomé el bus a casa después del hospital, sin fuerzas para responderle a nadie. Ni siquiera a ella.Cuando llegué, papá estaba sentado frente al televisor, con una cerveza en la mano. Ni siquiera preguntó cómo estaba mamá. Solo murmuró un "¿y?" sin apartar la vista del partido.—Está igual —respondí seco.—¿Igual de mal? —se burló, como si fuera una broma cruel.No le contesté. Subí a mi cuarto, me encerré y me dejé caer en la cama.Fue entonces cuando vi lo
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POV de AdrianaPensé que con el tiempo las cosas se calmarían. Que después de esa última conversación en la biblioteca, Diego y yo estaríamos bien. Pero lo nuestro no era fácil. Nunca lo había sido.No era solo su tristeza crónica, ni el miedo que lo devoraba desde adentro. Era la forma en que se alejaba cuando más lo necesitaba, como si el dolor fuera algo que debía cargar solo.Y yo... yo estaba cansada de golpear la misma puerta esperando que algún día él decidiera abrirla.—¿Sigues esperándolo? —preguntó Ana mientras tomábamos café en la cafetería del campus.—No sé si lo estoy esperando o si ya me acostumbré a vivir en pausa —le respondí, sin apartar la mirada del celular.Diego no me había escrito en dos días.—¿Te dijo algo sobre su mamá?—Nada. Solo me dejó en visto.Ana suspiró.—No es sano, Adri. Tú también mereces que te elijan.—Él me elige... solo que a veces se le olvida cómo —dije, sabiendo lo ridícula que sonaba mi propia excusa.Esa tarde, decidí ir a buscarlo.No podí
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