​​​​​​​*—Danny:Erika sollozó más fuerte al sentir los brazos de Danny envolviéndola. Se aferró a él con desesperación, como si ese gesto pudiera sanar todo lo que alguna vez se quebró entre ellos.—Shhh —susurró él, cerrando los ojos, dejando que su propia alma sangrara en silencio—. No llores así… No te odio, Erika. Nunca lo hice.Erika negó con la cabeza contra su pecho.—Pero yo sí me odio —susurró ahogada—. Me odio por lo que hice, por cómo arruiné todo. Me odio por no haberte entendido, por no haber visto tu dolor… por haberlo hecho todo peor.Danny la sostuvo con más fuerza, acariciándole la espalda como si pudiera consolarla, como si aún hubiera algo que reparar.—No hay malicia en mi corazón, Erika —dijo con voz suave, triste—. Aunque tú creas que sí, aunque tú me vieras como alguien frío, cerrado… en el fondo, yo solo tenía miedo. Miedo de fallar, miedo de volver a perder.Se separó un poco, lo justo para mirarla a los ojos. Erika tenía el rostro empapado en lágrimas, pero e

​​​​​​​*—Uriel:Cameron, quien sostenía una canasta con frutas y un ramo de flores frescas, se quedó congelado, más bien, ambos lo hicieron al encontrarse, mirándose como si no supieran qué decir.Desde el sábado no habían intercambiado palabra. Ese día, Uriel había aceptado la invitación de Layonel con la esperanza de reparar su amistad con Cameron, quien estaba allí por igual, pero todo se fue al traste tras el ataque de Layonel. Desde entonces, no volvieron a hablar. Toparse de esa manera, sin preámbulos, era incómodo… pero inevitable.Uriel se irguió con dignidad y esbozó una sonrisa educada.—Hola, Cam —saludó con una voz suave, casi nostálgica.La sonrisa que apareció en el rostro de Cameron fue como un destello de luz. Iluminó sus facciones y suavizó el ambiente.—Uriel, ¿qué tal? —respondió con calidez.Uriel se hizo a un lado para dejarlo pasar. Observó cómo Cameron se acercaba a Layonel, lo saludaba con naturalidad y dejaba a un lado la canasta y las flores. Uriel, queriendo

​​​​​​​*—Uriel:Danny lo depositó con suavidad sobre la cama y Uriel, con los labios entreabiertos, bajó la mirada hasta el bulto evidente que se alzaba debajo del pantalón formal de Danny. Se mordió el labio inferior con picardía, relamiéndose lentamente antes de extender la mano. Al palparlo por encima de la tela, Danny dejó escapar un gemido bajo, y su mirada encendida lo prendió fuego.—Me encanta lo rápido que te excitas conmigo —susurró Uriel con tono ronco, tirando de él con deseo—. ¿De verdad me extrañaste tanto?—Mucho más de lo que crees —contestó Danny mientras se deslizaba sobre él, encajando perfectamente entre sus piernas. Sus erecciones se encontraron a través de las capas de ropa, frotándose en una caricia que les arrancó jadeos compartidos—. Extrañé tus miradas, tus bromas…—se rio y ladeo la cabeza—. Tus mamadas mañaneras.—Mmm… Me gusta que te encanten —ronroneó Uriel, arqueando la espalda con una sonrisa traviesa.—Sí, pero ahora —dijo Danny, rozándole los labios—…

​​​​​​​*—Uriel:No podía creer que otra vez se hubiera dejado ir de esa forma, haciéndose pis en medio del momento íntimo. Ya le había ocurrido una vez, con Danny, y fue aquella noche en el Oscuro, cuando se reencontraron después de veinte años y Danny lo folló con una necesidad cruda, primitiva, como si el tiempo no hubiera pasado. En ese entonces, pensó que había sido la intensidad del reencuentro, el torrente de emociones reprimidas, el éxtasis abrumador lo que provocó aquella reacción. Pero ahora, mientras sentía las sábanas húmedas bajo su cuerpo y el calor pegajoso entre sus muslos, supo que no era casualidad.—¡Lo siento! Yo… —empezó a decir, entre jadeos, avergonzado por haber perdido el control de esa forma tan obscena.Danny no se apartó. No dijo nada por un instante, pero lo siguiente que hizo fue gruñir bajo, con los ojos encendidos de algo oscuro y voraz.—¿Me estás diciendo que me measte por el puro placer? —dijo con una sonrisa torcida, salvaje, mientras volvía a mover

*—Danny:Nunca pensó que volvería a tener al amor de su vida en sus brazos otra vez.Cuando terminaron hace veinte años, luego de ser pillados in fraganti en un momento íntimo por los padres de Danny, este pensó que su mundo se había derrumbado. Ser descubierto, humillado y obligado a separarse de Uriel, el chico que había amado con una intensidad adolescente y visceral, fue como morir por dentro.Durante los años siguientes, Danny intentó rehacer su vida. Se casó. Tuvo un hijo. Por momentos creyó haber encontrado una suerte de felicidad tranquila, domesticada, pero nunca fue lo mismo. Nada lo llenaba del todo. Porque el recuerdo de Uriel, la piel de Uriel, la risa de Uriel... seguía allí, tatuada en su alma como una herida que no cerraba.Y ahora lo tenía otra vez.Miró a Uriel acostado boca abajo en su cama, desnudo, con la sábana apenas cubriéndole los muslos. Su cuerpo estaba lleno de marcas recientes: mordidas suaves en los hombros, arañazos leves en los costados, besos violetas