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​​​​​​​*—Uriel:

Cameron, quien sostenía una canasta con frutas y un ramo de flores frescas, se quedó congelado, más bien, ambos lo hicieron al encontrarse, mirándose como si no supieran qué decir.

Desde el sábado no habían intercambiado palabra. Ese día, Uriel había aceptado la invitación de Layonel con la esperanza de reparar su amistad con Cameron, quien estaba allí por igual, pero todo se fue al traste tras el ataque de Layonel. Desde entonces, no volvieron a hablar. Toparse de esa manera, sin preámbulos, era incómodo… pero inevitable.

Uriel se irguió con dignidad y esbozó una sonrisa educada.

—Hola, Cam —saludó con una voz suave, casi nostálgica.

La sonrisa que apareció en el rostro de Cameron fue como un destello de luz. Iluminó sus facciones y suavizó el ambiente.

—Uriel, ¿qué tal? —respondió con calidez.

Uriel se hizo a un lado para dejarlo pasar. Observó cómo Cameron se acercaba a Layonel, lo saludaba con naturalidad y dejaba a un lado la canasta y las flores. Uriel, queriendo
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