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77 chapters
Quemarlo todo
LOISEl dolor no es mío, pero lo siento, un fuego que me quema el pecho, un golpe que me corta la cabeza. Es Aidan. Lo veo en mi mente, su cuerpo cayendo, llamas apagándose, sangre goteando de su frente. Thorne lo golpea, su puño como una roca, y Aidan grita, un sonido que me atraviesa aunque esté a kilómetros. Está capturado, atado, su respiración débil, y mi corazón se aprieta, un nudo que no suelto. Quiero correr, encontrarlo, pero estoy aquí, atrapada en esta maldita habitación, tubos en mis brazos, máquinas pitando a mi lado, el olor a sangre y metal ahogándome.Me siento en la cama, mis manos temblando, y miro la puerta. Emmanuel y Ezequiel están ahí, de pie como guardianes, sus figuras altas bloqueando la salida. Sus ojos me siguen, duros, preocupados, pero no me dejarán ir. No puedo soportarlo. Aidan está ahí, sufriendo, y yo estoy aquí, inútil, rota.— ¡Sé que Aidan está aquí! —grito, mi voz quebrándose, las lágrimas quemando mis mejillas—. ¡Lo siento, lo sé!Ellos se miran,
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Una decisión difícil
EMMANUELSé que esto no es buena idea, pero ni siquiera pude negarme, sé que esto es lo que Lois necesita, que al menos lo intente y no que me quede de piedra, solo diciéndole que no se puede.¡Pero es que no se puede!Si ya mi padre lo tiene, no lo dejará ir.Lo peor que pudo haber pasado fue lo que atraparan de nuevo. Y esta vez mi padre.Quizás… Tal vez no debimos dejarlo allí, a lo mejor irnos sin él no fue la mejor de las ideas, pero Lois corría peligro y él no podía venir con nosotros. Lo más gracioso de todo es que de igual manera terminó en la manada. ¿Cómo lo encontraron? Es decir, sé que tenían su rastro, del mismo modo en el que lo obtuvimos nosotros, pero pensé que se movería, escondería, no sé, que haría algo.Al parecer se quedó donde mismo lo dejamos y allí lo atraparon.Los rumores no dejan de correr de un lado a otro.El vampiro está aquí, eso es lo que se dice.Aidan no está aquí. Mi pecho se aprieta, la rabia creciendo, y confronto a un guardia en el ala restringida
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Un plan
EMMANUELAidan está libre de las cadenas, pero atrapado en esa cueva, mi cabeza está ideando un plan, uno que no sé si saldrá del todo bien, pero que libra a Aidan de un interrogatorio de mi padre… Sé que son muchas cosas las que lo agobian ahora mismo, lo que puede… Lo que puede empujarlo a ser muy rudo con Aidan. Y puede que no sobreviva a la ira de mi padre, ni Lois si no hacemos nada.Entre los humanos, Enzo… Enzo que sabe que él es también compañero de Lois, pareciera como si todos quisieran un trozo de Aidan, pero él no da para todos y Lois lo reclama como suyo, no pretende darle un trozo a nadie más.Sé que ella no dejará que muera. Y sé que yo debo hacer algo al respecto.Liberarlo.Prometí ayudarlo, y no puedo fallarle, no a ella.Corro por los pasillos hasta llegar a la habitación de Lois. Está pálida, conectada a máquinas, pero sus ojos, esos ojos que me deshacen, se alzan hacia mí, buscando respuestas.—Emmanuel…—Mi piel se eriza cuando ella dice mi nombre, pero aún no ten
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Triple P. Parte 1
La cabaña olía a ella, cada rincón respiraba su esencia: esa mezcla dulce y feroz que se le adhería a la piel como la primera marca de luna llena.Emmanuel no necesitó verla para saber que Lois estaba cerca. Bastó con abrir la puerta para que su instinto se tensara, para que su mandíbula temblara, para que su lobo lo empujara hacia el interior.Pero no estaba solo. A su lado, Aidan respiraba con la misma ansia contenida, aunque intentaba ocultarlo detrás de esa quietud de vampiro domesticado.—Está dentro —murmuró Emmanuel sin mirarlo, sin detenerse.El vampiro asintió. Llevaba el collar puesto, brillante en su cuello pálido. A nadie más se le ocurriría tocarlo. Solo Lois. Solo ella tenía ese derecho.La encontraron recostada en la cama, las piernas dobladas, envuelta en una manta demasiado grande para su cuerpo delgado. Se notaba la debilidad en sus mejillas, la piel más pálida de lo usual, pero sus ojos brillaban. Como si los hubiera estado esperando. Como si supiera que esa noche n
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Triple P. Parte 2
Levantó sus caderas y tomó el pene de Emmanuel entre sus dedos. La dureza de este la hizo sonreír. Sus dedos lo empujaron hacia su centro, donde ella fue bajando lentamente, centímetro a centímetro, hasta tenerlo dentro. La llenó por completo, y su cuerpo lo reconoció como si lo hubiese estado esperando desde el principio. Sus manos se apoyaron en el pecho del alfa, buscando un mínimo de estabilidad, pero él ya tenía las suyas en sus caderas. Y sin dejarla tomar la iniciativa, empezó a empujar con rapidez.Lois se mordió el labio, tratando de contener el gemido que subía por su garganta, pero no duró mucho. El placer la desbordaba, lo atravesaba. Emmanuel embestía desde abajo con fuerza medida, precisa, como si conociera la profundidad exacta que la hacía temblar, como si su placer fuera una ciencia.Y entonces Ezequiel se levantó sobre la cama, colocándose de pie frente a ella.La tomó del rostro con ambas manos. Una descendió por su mejilla hasta rodear su nuca, la otra subió por su
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Despedida
LOISNo necesitaba abrir los ojos para saber dónde estaba, incluso si todo esto era tan perfecto que podía parecer un sueño.Mi cuerpo seguía ardiendo, aunque el aire en la habitación empezaba a enfriarse. Cada parte de mí estaba sensible, palpitante. El vientre me dolía, los muslos me temblaban, y mi sexo... todavía sentía la presión de ellos dentro. Como si no se hubieran ido. Como si aún me llenaran.Pero, aunque quisiera que este momento fuese eterno, sé que no era posible.Pero era perfecto.Mi espalda se alzaba y bajaba al ritmo de otra respiración que no era la mía. La de Aidan, debajo de mí. Su cuerpo frío y liso contrastaba con mi piel sudada, y aun así me abrazaba como si no quisiera soltarme nunca. Sus dedos dibujaban líneas invisibles en mi espalda, tan suaves que me erizaban la piel. Cada tanto, me besaba la frente. Y yo me quedaba inmóvil, tragándome el momento como si pudiera conservarlo en el pecho.A cada lado, las manos fuertes de mis alfas sujetaban las mías. Emmanu
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Adentrarse a lo desconocido
AIDANNo sentí el frío al salir. Solo el ardor.El que me quemaba por dentro desde que la dejé en esa cama.Corríamos sin hablar.Emmanuel, en su forma de lobo, avanzaba como un rayo.Yo iba a su lado, esquivando ramas, raíces, sombras. Sus patas no hacían ruido sobre la tierra, pero yo sí. Podía sentir cómo el bosque se abría para él y se resistía a mí. Porque yo no era parte de ese mundo. Nunca lo fui.Mi respiración era constante, profunda, aunque mi cuerpo aún ardía. No solo por el esfuerzo. Lois.Su olor seguía en mi piel. Su sangre en mi lengua.Me dolía la boca. Me dolía el cuello donde la había besado. Me dolía el pecho de tanto contener.Ella es mi hogar, pensé.Cada paso me alejaba de ese hogar.Emmanuel giró bruscamente a la derecha y yo lo seguí sin dudar. Bajamos por una pendiente, pasamos un riachuelo, subimos un sendero que parecía hecho solo para él. Lo conocía todo.Yo no conocía nada.Solo el sabor de Lois, su voz pidiéndome que me cuidara, su cuerpo temblando en mis
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