Adeline entró a la biblioteca y, tras acordar con el encargado de que ella estaría el resto la tarde y se encargaría de cerrar al anochecer, finalmente pudo disponer del espacio para estudiar con tranquilidad todo lo relacionado sobre el imperio de Mont Risto.«Ya que el autor se encargó de satisfacer mi mente cochambrosa, pero no me instruyó sobre la situación política de este país, ahora tendré que investigar por mi cuenta para no quedar como tonta la próxima vez», pensó la emperatriz mientras revisaba cuidadosamente los títulos entre los estantes.—Mi señora, que… que... ¿Qué hacemos aquí? —preguntó Bonnie con nerviosismo.—Quiero leer un poco —respondió Adeline distraída.—Pero… pudo encargar los libros y nosotras se lo llevábamos a su dormitorio…—¡No! Quiero leer aquí en la biblioteca, detesto estar encerrada en mi cuarto —replicó Adeline, al tiempo que sacaba un grueso tomo que le pareció interesante.Bonnie miró confundida a su señora, pero luego volvió a decir.—Entiendo… per
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