Capítulo 3

-Eso ya lo has dicho antes -contestó Rose con voz dulce, complacida por la expresión de enfado de él-. No entiendo por qué las mujeres siguen cayendo a tus pies con esos piropos anticuados. 

-¿No lo entiendes? 

Khalim la apretó contra él y notó con satisfacción cómo los ojos de ella se oscurecían mientras sus mejillas enrojecían. A través de las finas telas de las prendas de ambos, notó sus pezones, apretándose contra su pecho y de nuevo lo invadió un deseo irresistible. 

-¡No! -protestó Rose, sorprendida por aquel deseo que había despertado él en ella y que jamás había experimentado con anterioridad. 

Khalim sintió cómo temblaba ella y apretó los labios contra su cabello suave, a la altura de la oreja. 

-¿No qué? 

-No te pongas tan cerca -dijo con una voz irreconocible. 

Con la habilidad del conquistador nato, él hizo lo que le pedía y, al apartarse, oyó el suspiro de protesta de ella. 

-¿Así está mejor? 

<<¿Mejor?>>, pensó Rose, que se sentía de repente desnuda y fría. Sintió ganas de suplicarle que volviera a abrazarla para sentirse de nuevo a salvo, pero finalmente recuperó el sentido común. 

-Mucho mejor. 

Él no la creyó y se sonrió, pensando en que era una verdad universal que la parte más excitante era la conquista en sí. 

-¿Por qué no me cuentas algo de ti? 

-¿Qué quieres saber? 

-Todo. Absolutamente todo. 

-Me temo que tendrás que ser un poco más concreto. 

Khalim se preguntó qué diría ella si le explicara que lo único que quería saber de ella era cómo sería su cuerpo desnudo. Lo único que quería era verla tumbada perezosamente sobre las sábanas de seda de su enorme cama. 

-Dime qué haces.

-¿Quieres saber en qué trabajo? 

Khalim asintió, pensando en que ella no tenía necesidad de trabajar, ya que podría ser la amante de un hombre rico. Por ejemplo, de él. ¿Por qué no la habría conocido antes? 

-¿O tengo que adivinar cuál es tu trabajo, Rose? 

-¡Inténtalo! 

-Es fácil. ¿Modelo? 

-No soy lo suficientemente alta -confesó, odiándose por el calor que su cumplido le produjo-. Ni tampoco suficientemente delgada. 

-Eres perfecta -le aseguró él, mirando descaradamente la curva de sus senos y sus caderas-. Totalmente perfecta. 

Rose sintió un escalofrío. No estaba acostumbrada a que los hombres le dijeran ese tipo de cosas y desde luego no cuando los conocía tan poco. La mayoría de sus amigos eran intelectuales que muy de vez en cuando podían decirle algún cumplido sutil. Sin embargo, ese hombre no trataba de disimular su deseo primitivo y poderoso. 

-¡Eso es un cumpplido exagerado! 

-Un cumplido sí, pero no exagerad -la hizo darse una vuelta al ritmo de la música y apreció su gracia natural. 

Rose también pensó que él bailaba muy bien. Ella pocas veces bailaba así y menos con un príncipe. Era una maravilla deslizarse por la pista de baila en brazos de aquel hombre. 

Entonces se fijó en que Khalim la estaba mirando con gesto pensativo e inmediatamente borró de su rostro el gesto soñador. 

-O sea, que te rindes, ¿verdad? Se ve que no se te da bien adivinar cosas. 

-Puede que no, pero hay muchas cosas en las que soy muy bueno, Rose -respondió él provocativamente, aprovechando para meter una piernas entre las de ella. 

Rose sintió la pierna de él, junto con algo duro cubierto por la túnica. De pronto, la invadió u deseo extraño y algo en su interior comenzó a disolverse. Tenía que parar aquello y tenía que hacerlo en ese preciso instante. 

-Me decido a contratar ejecutivos -dijo ella rápidamente. 

El sueño de Khalim saltó en miles de pedazos. 

-¿A encontrar ejecutivos? -preguntó él, frunciendo el ceño y con la mente ardiendo por miles de imágenes salvajes y eróticas. 

-Sí, ya sabes... busco a ejecutivos para hacer diferentes trabajos. 

-Ya te he entendido. ¿Y lo haces bien? 

-Sí. 

-Entonces debes de ser una mujer muy intuitiva, Rose -al decirlo, dibujó el contorno de su cintura suavemene y ella sintió un escalofrío-. Muy intuitiva. 

Rose sintió en ese momento el peligro. 

-Creo que ya he bailado suficiente -aseguró, casi sin aliento. 

Pero cuando él le hizo caso y la soltó, no pudo evitar cierta irratación. 

-Estoy de acuerdo.

El deseo que Khalim sentía se estaba haciendo cada vez más fuerte y más persistente. Quería tomarla para llevarla a la... Pero inmediatamente trató de recuperar el autocontrol que le había enseñado a tener la estricta educación que había recibido. Hacía muchos años que no tenía que luchar por nada de aquella manera. Dio un paso hacia atrás y no pudo evitar soltar un suspiro profundo.

Rose comenzó a echar de menos enseguida el tacto de la suavísima seda y el olor a incienso que desprendía él. Se llevó las manos al rostro y sintió las mejillas ardiendo. Fue entonces cuando se dio cuenta de que la pista estaba completamente vacía y de que todos los estaban mirando. 

-¡Oh, Dios mío! -exclamó-. ¡Mira! 

-Me parece que, sin darnos cuenta, hemos dado un bonito espectáculo -respondió él. 

La vergüenza de Rose se volvió más incómoda cuando vio que Guy había elegido ese momento para acercarse a ellos y había escuchado el comentario de Khalim. 

-Un espectáculo muy erótico. 

Rose contuvo un gemido. ¡Habían estado comportándose como una pareja de adolescentes! 

-Solo estábamos bailando -explicó Khalim, encogiéndose de hombros y mirando con complicidad a Rose. 

-Si quieres llamarlo así -bromeó Guy-. De todos modos, vengo a deciros que Sabrina y yo nos vamos ya -le guiñ+o a su amigo uno de sus ojos grises-. Y gracias por la luna de miel, Khalim. 

-Es un placer -contestó el príncipe, encogiéndose de hombres. 

-Sabrina me dijo que el destino era un secreto -los interrumpió Rose. 

Los dos hombres se miraron. 

-Y es verdad. Tradicionalmente es un secreto que comparten el novio y el padrino. Pero no temas, te lo diré luego, mi preciosa Rose -le prometió Khalim. 

-¿Luego? -preguntó ella, consultando el reloj-. ¿Quién ha dicho que vayamos a hacer algo luego? 

-Pues claro que sí. Nos iremos a tomar una copa al salir de aquí. 

-¿Sí? -preguntó Guy con una sonrisa. 

Rose vio cómo los ojos negros de Khalim la miraban expectantes, ¡y a la vez con la seguridad de que ella iba a aceptar sus reales deseos! Pero, ¿cómo iba a culparlo, después de su comportamiento en la pista de baile? 

-¿No me has dicho que no sueles beber, Khalim? -le recordó ella inocentemente. 

Khalim abrió la boca para protestar, pero la cerró de nuevo. En alguna parte de su cuerpo, sintió una vibración lenta y continua. Era el pellizco dulce y penetrante del deseo, pero también reconoció la determinación de ella de rechazarlo. Brillaba en sus ojos de color azul. Daba igual lo que le dijera. Rose Thomas no iría con él a ninguna parte aquella noche. 

-¿No te apetece? -preguntó Khalim. 

Fue tal el tono de sorpresa de él, que Rose estuvo a punto de soltar una carcajada. Pero algo en el brillo frió de los ojos oscuros de Khalim le dijo que no sería una buena idea reírse. 

-Ha sido un día muy largo -le explicó, disculpándose-. ¡Y estoy agotada! Quizá otro día. 

Khalim puso un gesto distante. 

-Yo no repito mis invitaciones dos veces. 

Rose se arrepintió inmediatamente. <<Has perdido tu oportunidad, chica>>, pensó, aunque su parte sensata se alegró de ello. Ese hombre era diferente, reconocía. Diferente y peligroso. Tenía el poder de convertirla en un ser frágil y con él no podía permitirse serlo. 

-Es una pena -dijo alegremente. 

Los ojos de él se posaron perezosamente en los labios carnosos de ella y en su piel clara. 

-Sí, una verdadera pena -admitió él antes de darse la vuelta y dejarla allí en mitad de la pista de baile. 

Ella lo vio alejarse con el corazón encogido. 

-¡Ya se van! -decía en ese momento alguien. 

Rose volvió la cabeza y vio que Sabrina se había cambiado de ropa. Se había puesto un traje de color azul plateado y se estaba yendo con un ramo de flores en la mano y acompañada de Guy. 

Todos comenzaron a salir de la sala de baile para despedirse de ellos, pero Rose permaneció inmóvil. Vio que Khalim etaba hablando con Guy y no quería acercarse, consciente de la oportunidad perdida. Una oportunidad que no volvería a repetirse. 

Luego se fijó en que Sabrina se volvía y tiraba al aire el ramo de lilas. Todas las chicas saltaron con los brazos extendidos, deseosas de agarrarlo. Incluso Rose extendió los brazos para alcanzarlo, pero la pelirroja que estaba a su lado fue más rápida. 

-¡Es mío! -gritó, dando un salto hacia el ramo. 

Rose se dijo a sí misma que no tenía que ser supersticiosa. ¿Por qué un ramo de flores iba a garantizar que serías la próxima en casarte? Además, ella no quería casarse, ¿a que no? En la actualidad, muchas mujeres a punto de cumplir los treinta elegían permanecer solteras. 

Pero cuando alzó la vista, se sintió atrapada por un par de ojos negros. 

<<Tengo que irme de aquí enseguida>>, pensó aterrorizada. 

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