Capítulo uno. Ve a jugar tu papel de niñero

Nick miró la espalda ancha del hombre, Benjamín era lo más parecido a la mole, tenía un cuerpo de infarto y un puto humor capaz de congelar el infierno.

Llevaba solamente una tarde viviendo con el hombre y lo único que deseaba era salir corriendo lo más lejos posible de él.

—Deja de mirarme como si fuera a saltarte encima de un momento a otro —dijo Benjamín.

—¿Cómo m****a sabes que estoy mirándote? —preguntó Nick con tono ofendido.

—Siento tu mirada taladrándome el cuello. Lamento no ser una buena compañía, pero no estoy acostumbrado a tener extraños en mi casa —dijo con una puta honestidad capaz de matar.

—No tienes por qué tenerme aquí, te dije que soy muy capaz de cuidarme por mi cuenta Davis, pero tú eres quien quiere ir por ahí con aires de hombre responsable. Puedo irme a casa y continuar con mi vida y olvidarme de toda esta m****a —soltó cruzándose de brazos.

Nick se arrepintió de su acción y no pudo evitar dejar escapar un gemido de dolor al sentir la herida de su operación estirarse.

—Ayudarías mucho a tu recuperación si dejas de comportarte como un chiquillo irresponsable. Sé que solo tienes veinte.

—Veintidós —refutó.

—Es lo mismo, Nick. Eres joven e imprudente.

—¡Eso no es cierto!

—¡Por supuesto que lo es! Nick. Si fueras un hombre responsable y prudente, jamás te habrías atravesado entre la bala y yo.

—Dilo con todas sus letras, Davis, di que soy un idiota por hacerlo. ¿Sabes qué? No me importa lo que digas, apenas me sienta mejor, me largaré de aquí y no volverás a tener oportunidad de agredirme cada vez que te dé la puta gana —dijo el joven marchándose a la habitación que el jefe de la policía le había otorgado.

Realmente Nick no comprendía los motivos por los que el policía lo había traído a casa; era más que obvio que no lo toleraba y que solo hacía lo que hacía por un maldito sentido de la responsabilidad.

Benjamín suspiró al escuchar el portazo que casi hizo temblar la casa.

—¿En qué demonios estabas pensando cuando decidiste traerlo a casa? —se preguntó en voz baja.

Caminó a la cocina por una cerveza y volvió a la sala. Hoy era su día libre y en vez de disfrutar como solía hacerlo, estaba aquí encerrado haciendo el papel de niñero de un hombre de veintidós años.

«Un hombre que no dudó en salvar tu puto trasero», pensó.

—La cagaste Benjamín —masculló antes de beber la cerveza de un solo golpe. Tiró la lata al piso y cambió el canal de la televisión, no supo exactamente cuánto tiempo estuvo frente al infernal aparato, cambiando y cambiando canales, sin llegar a ver nada en concreto.

Cerca de la media noche se resignó y caminó hacia su habitación, no sin antes detenerse frente a la puerta de Nick, tentado a entrar y asegurarse de que el chico por lo menos estuviera vivo.

Finalmente, decidió que lo vería mañana al volver del trabajo.

A la mañana siguiente, Nick se puso de pie y lo primero que hizo fue llamar a su hermano. Creyendo que estaría preocupado por él, sin embargo, el chico se mostró contento y le aseguró que el hombre que había dormido en su casa muchas semanas atrás le había traído comida y muchas otras cosas más.

Nick sonrió al pensar en Sebastián, estaba seguro de que había sido él quien visitó a su hermano y le ofreció ayuda.

Al menos el chico podía estar seguro de que a su hermano nada le faltaría estando bajo la protección de Sebastián y pensar que se habían conocido por mera casualidad.

Y por mera casualidad casi perdió la vida protegiendo el culo de un hombre que no necesitaba ser protegido.

—Idiota, ¿y todo para qué? —preguntó en voz alta—. Todo para que te trate como la m****a —gruñó Nick mirando el desorden que Benjamín había dejado en la sala.

Con dificultad y un poco de dolor se las arregló para limpiar y ordenar el departamento del jefe de policía.

—Deberías tomarte en serio el descanso, Nick, deberías echarte en la cama y dormir todo el día, después de todo nunca te has tomado un solo momento para ti —Nick continuó con su debate, agradecía estar solo y de esa manera poder desahogarse.

Mientras pensaba en no darle a Benjamín Davis ni un solo puto, motivo para pensar que era un desvalido y que necesitaba un niñero que cuidara de él.

Una vez que terminó con la sala, caminó a la cocina y más tarde a la habitación del policía. Para cuando terminó se dio cuenta de que era ya muy tarde y se había saltado la hora de sus medicinas.

Salió de la habitación y caminó de regreso a la cocina, debía buscar algo para comer y luego solo entonces se tomaría los antibióticos para que su herida secara y no cogiera ninguna infección.

Entre tanto, Benjamín se lo pensó dos veces para volver a su departamento. Ver a Nick herido no le era grato en lo absoluto. Había suspendido a la agente responsable de descuidar a Maya Campbell y parte de su salario sería destinado a Nick Turner por la herida causada.

—¿Qué pasa jefe? —uno de sus subordinados se acercó para entregarle una taza de café.

—Nada, que no tenga solución, Richard —dijo bebiendo un trago de aquella esencia amarga.

—¿Nick Turner? —preguntó el hombre sentándose en la silla frente al escritorio de Benjamín.

—No estoy acostumbrado a tener gente a mi alrededor, al menos no en mi casa —confesó.

—Entonces deja que se marche a su casa, ¿por qué lo tienes contigo?

—La herida ha sido delicada, no debe hacer esfuerzos y si lo envío a casa, la probabilidad de que se cuide es… ninguna.

—Y, ¿cuál es el maldito problema? Él ya está lo bastante grandecito para cuidarse solo, sabe lo que tiene y no tiene que hacer —espetó Richard con molestia.

El agente ni siquiera conocía a Nick y, sin embargo, se sentía molesto porque, sin quererlo, se había colado al departamento del jefe, un sitio al que no tenía permitido entrar.

—Estoy seguro de que no necesita un maldito niñero, Richard, pero no puedo olvidar que salió herido por mi culpa.

—No fue tu culpa, nadie le pidió que se interpusiera entre la bala y tú. Tú eres un agente e ibas con el equipo adecuado, ¿Qué esperaba hacer él? Únicamente fue un estorbo y ahora se ha convertido en una puta carga para ti.

Benjamín gruñó al escuchar las palabras Richard, definitivamente hablar con él fue contraproducente, su mal humor se disparó y tuvo que controlar, el impulso de golpearlo y hacerle retractar de sus palabras.

Nick sé había equivocado eso, no podía negarlo, pero la realidad era una…, ni siquiera sus propios compañeros habrían hecho lo que Nick hizo por él…

—Me voy a casa —dijo poniéndose de pie.

—Ve a jugar tu papel de niñero —dijo Richard y Benjamín adivinó la burla en su voz.

Hizo caso omiso y salió de la comisaría para dirigirse a casa.

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