Un trato con el Millonario
Un trato con el Millonario
Por: Maria Pulido
Prólogo

15 años antes…

—Hanna, linda, siéntate derecha… pronto estaremos aterrizando… —la pequeña hizo una afirmación en señal de obediencia, mientras su madre, Sophie, sujetó su cinturón de seguridad.

—Te noto nerviosa… ¿Sucede algo? —preguntó Michael y Sophie negó observando a su pequeña que se esforzaba por mirar a través de la ventana.

—No lo sé… hoy cuando estábamos tomando nuestro jet, de alguna forma sentí que no debíamos hacer este viaje…

—Pero has planeado este viaje durante mucho tiempo —su esposo refutó un poco incrédulo.

—Sí… quizás son tonterías mías —Michael tomó la mano de su esposa, y luego la besó lentamente.

—Vamos a pasarla muy bien… desde hace mucho no tomamos unas vacaciones, y Hanna está excitada con todas las expectativas que le has creado en su mente. 

Sophie sonrió hacia Michael, y luego pensó que él tenía razón.

Mirando a su pequeña hija, solo pudo desear mostrarle el mundo y brindarle todo lo que ella, incluso no necesitara.

Sophie sonrió pasando los dedos por sus mejillas sonrosadas, y solo creyó en ese momento que su hija Hanna era la niña más hermosa que sus ojos había visto.

Tenía en cabello castaño, con algunos hilos amarillos, sus ojos eran claros, entre amarillos y verdes. Sus facciones eran iguales que las de Sophie, pero en el carácter se parecía mucho a Michael, su padre.

A pesar de que tenía solo 4 años, era muy independiente, decidida, y sobre todo cariñosa.

A la mañana siguiente, todos estaban preparados para salir del hotel, Hanna era la más entusiasmada y Sophie se encargó de que ella llevara un bloqueador, gafas y un sombrero que amortiguara el sol.

—¿Qué compraremos mamá? 

—Lo que quieras, cariño… solo… quédate conmigo todo el tiempo.

La plaza, aunque era amplia, se empezó a ver como túneles cuando comenzaron a caminar. Detallaron muchas tiendas en el suelo, mientras un montón de gente se apresuró a ofrecer sus productos.

Michael se detuvo al ver unas antigüedades, y Sophie se interesó por unas sabanas de 800 hilos que le erizaron la piel.

—Esta es preciosa… —comentó al vendedor.

—Tenemos hasta de 900 hilos… —el hombre respondió y Sophie levantó el rostro al ver que la entendía. No era muy fluido, pero se podía comprender. 

—¿De verdad? Es impresionante… quiero llevarlo.

—Puedo dejárselo en… —Sophie estuvo buscando el efectivo en su bolsa, pero un golpe duro vino a gestarse en su pecho al ver su mano vacía.

Rápidamente, se giró hacia ambos lados, y apretó su mano, sintiendo que Hanna ya no estaba bajo su control.

—Hanna… —ella volteó de golpe viendo que estaba sola en la tienda y sus labios se precipitaron a preguntar al hombre frente a ella—. ¿Ha visto a mi hija?

El vendedor negó rápidamente.

Michael y Sophie se miraron a los ojos con evidente terror, y sin esperar más tiempo, ellos ordenaron una búsqueda exhaustiva por toda la plaza.

Pasó una hora cuando Sophia se desmayó mientras unos oficiales marroquíes le anunciaban que no había podido dar con la pequeña…

Anuncio de última hora: pareja de extranjeros estadounidenses busca desesperadamente a su hija, que se extravió en la plaza Marrat”

Fátima observó por el vidrio, la foto de la chica en el televisor de aquella tienda, y luego se giró para ver a la pequeña que estaba sujetada de su mano.

Ella venía a la plaza a vender sus velos tejidos, y algunas verduras que su marido cultivaba en su pueblo Imlil, cerca de Rabat, la capital de Marruecos, donde ahora se encontraba.

Esta mañana no tenía mucha mercancía, así que, dejando su tienda móvil, se preparó para irse temprano hacía Imlil, con las ganancias que había obtenido de la semana.

Fátima sabía que estaba yendo por el camino incorrecto cuando se topó con esta pequeña perdida, pero cuando se agachó para ver sus ojos, y alzarla de suelo al percibir su miedo, había quedado prendada en su inocente mirada y su corazón insatisfecho se removió como nunca.

Pudo entenderla desde un principio cuando la niña le dijo que se llamaba Hanna, y que la ayudara a encontrar a su mami.

Fátima estudió hasta la secundaria, y ella hubiese podido proseguir en sus sueños académicos, si no se hubiese topado con Alí, su actual marido. Esto había conseguido que sus padres la repudiaran al ser obstinada y haber elegido irse de su casa con él, y que ahora se dedicara a las ventas de la plaza, para el sustento de su casa.

Tenía más de 7 años intentando quedar embarazada, y ni con todas sus oraciones y ayunos, había podido alcanzar su tan ansiado sueño para construir una familia con Alí, que, en estos últimos años, le había mostrado su peor faceta.

Estaba desesperada, y cuando esta niña casi la hace caer en la plaza de lo rápido que corría, ella solo pudo pensar que el mismo Dios le estaba dando una oportunidad de ser mamá.

—¿A dónde vamos? —Fátima se sacudió cuando Hanna se quejó, y enrollando más la bufanda en su cabeza, se agachó para estar a la altura.

—Vamos a Imlil… tu pueblo natal de ahora en adelante… Así como tu nuevo nombre...

—¿Nuevo nombre? —Fátima asintió.

—Ahora serás Samara... Samara Raji...

La niña miró a los lados muy confundida, pero Fátima la tomó de la mano duramente para sacudirla y comenzar a caminar.

«Es muy pequeña, se olvidará de todo, ella aprenderá… esta es mi oportunidad… ella será mi hija de ahora en adelante», pensó Fátima mientras casi corría hacia la estación de bus, y Hanna miraba hacia atrás por última vez... 

*** 

15 años después…

—¿Quieres un baile? —André se removió un poco, y quitó a una de las mujeres que habían traído para él, mientras vio como una despampanante morena estaba prácticamente desnuda delante de él ofreciéndole un baile.

—Por supuesto, baila… 

El club nocturno estaba a reventar, pertenecía a uno de sus socios, y se estaba inaugurando en este día, por un trato millonario que habían cerrado hace unas horas.

Después de un momento dio una calada larga a su puro, y luego soltó todo el humo en el cuerpo de aquella mujer que le estaba gustando más de la cuenta. 

—Quiero una noche contigo… ¿Cuánto cuestas? 

—Yo estoy a tu disposición… iremos a mi habitación y… —André la soltó de golpe, y luego le indicó que se fuera—. Pero… —ella intentó remediar.

—No quiero nada que no me cueste… y si no quieres venderte, no me importa… además, nunca tocaré tu jodida cama.

—Yo iré a donde tú quieras —comentó otra chica cerca cuando desabrochó los botones de su camisa para dejar un beso intenso en su pecho.

André sonrió dejando salir el humo de su boca de nuevo, y se levantó de inmediato para ordenarle a su chofer que los llevara a su nueva suite, donde concurría a llevar a sus amantes nocturnas.

Ser uno de los más grandes millonarios de EE. UU., era una medalla en su pecho de la que estaba orgulloso, pero eso conllevaba a que su vida estuviera expuesta al escarnio público. Eso sumado, a que él no hacía mérito para que lo vieran como un santo.

***

 —André… despierta… —el millonario abrió los ojos un poco, y luego le dolió la cabeza porque al instante el vidrio opacado, había sido activado para quedarse transparente.

—¿Qué es esto? —se preguntó sentándose de golpe, y viendo que la mujer con la que llegó a noche, aún dormía a su lado—. ¡Maldit@ sea! ¡Connor!

Su guardia de seguridad entró y vio a Kamile de pie con un vestido negro ajustado, golpeando el piso con su tacón, y su iPad en las manos.

Kamile Duncan era el único ser humano que estaba autorizado a entrar en cualquier parte que André no lo considerara. Era su asistente personal, y su asesora en todo lo que concernía a su imagen empresarial. Y también, una amiga de la universidad donde André estudió en el pasado.

—Ella no se quiso levantar… y la zarandeé varias veces… —se excusó Connor, quien no le decía “señor” a su jefe, por petición del mismo André.

A decir verdad, tanto Kamile como Connor, aunque eran sus empleados, era a los únicos que se les permitía tratarlos como a igual, o un amigo.

—Pues sácala de aquí… no puedo creer que me hayas dejado dormir con ella…

Connor alzó a la mujer desnuda que se removió en sus hombros, y salió de la habitación, dejándolo solo con Kamile.

—No me des malas noticias… —en el momento en que André dijo esto, Kamile se acercó a la cama y le pasó el iPad.

“El empresario André Roussel, tiene una nueva guarida”

Allí estaba su foto saliendo del club, y otra ingresando a este edificio secreto, que ahora ya no era secreto.

—¡Qué mierd@! Esta gente no tiene vida…

—Tu padre ha llamado durante toda la mañana… —informó Kamile y él alzó el rostro disgustado.

—¿Cómo? ¿A qué hora salió esta noticia? ¿Y qué se supone que hora es?

Kamile respiró profundo y luego negó.

—Fue publicada a las cinco de la mañana, allí dice que ingresaste a este edificio a la una de la madrugada. Así que sí, hicieron su trabajo rápidamente. También agregaron que tu fetiche por los clubs nocturnos aumenta, y que comprar prostitutas se vuelve tu obsesión… y, para terminar, son la una de la tarde…

—Maldit* Connor, como dejó que demorara tanto esta vez…

—Connor es el menor de tus problemas, André… tu padre está furioso. Estas publicaciones eran únicamente los fines de semana, ahora es todo el tiempo.

André se levantó desnudo sin importar la presencia de Kamile.

—Cerré un trato de millones, ayer… ¿Por qué no ponen eso en las noticias?

—Porque estos son tabloides, y se alimentan con los chismes.

André se metió en la regadera, mientras Kamile se cruzó de brazos.

—¿Qué le digo a tu padre?

—Dile que lo llamaré en unas horas…

—Bien… ahora te tengo la peor noticia del día.

Esta vez el millonario cerró el grifo y limpió su rostro mojado.

—¿Qué ocurre?

—El señor Aziz Akhannouch, no viajará… me indicó ayer que, si decides hacer el negocio, tendrás que ir a Marruecos en un plazo de una semana. Así que espero tu confirmación, para negar o afirmar tu ida, ya que el señor Aziz está esperando una respuesta…

—¡Maldit* hijo de su madre…!

—Te espero en la sala, y piensa en lo que harás para así programar toda tu agenda… no dejes esperando a tu padre si no quieres otro problema para agendar…

André pegó el rostro a la loza y cerrando los ojos, supo que la prioridad era ir a Marruecos a como dé lugar.

No podía perder la oportunidad de unirse a un banco internacional, y menos cuando podía restregarle esto en la cara a su padre, que tanto criticaba su forma de vida…

Sin embargo, haría esperar al hijo de puta de Aziz, nadie le cancelaba los planes, y esto, era una de las cosas que le hacía perder la conciencia…

Y André es el tipo de hombre que ama más el dinero, que incluso, su propia familia…

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