V. El peso de nuestras dudas

La vida es a veces curiosa eh inoportuna pues nos escucha en los momentos más impropios para darnos lecciones a veces un tanto descaradas.   

Lo se soy consciente de que hacía poco tiempo que venía quejándome debido a que no era capaz de percibir ni a uno solo de mi especie en esta ciudad, cosa que era extraña. 

Más que nada parecía encontrase completamente libre de nuestra existencia situación que era imposible pues somos como cual plaga viviente ya que en donde menos lo esperas hay estamos, pero con un simple as del destino todo se vio cambiado fácil y drásticamente.   

Por un simple descuido en parte a veces por mi torpeza y mi sin igual imprudencia producto de aquel sentimiento de miedo que me sobrecogió tras ver a aquel nombre plasmado en la pared, que mi vida se vio casi pendida de un hilo tras aquel coche casi impactar contra mí.

Tal reacción provocando que en una situación tan dramática y por demás decir agobiante terminará envuelta y finalmente me encontrará ante la presencia no de uno sino de dos lobos.

Justamente cuando el conductor salió de aquel auto, aquel olor a animal característico nuestro se elevó en el aire con fuerza.

Por cómo se movía, hablaba y olía podía decir que el chofer no era más que un beta el cual se mantenía bajo las órdenes de quien en el auto posiblemente se encontraba. 

Ahora bien, cuando el otro pasajero abandono su asiento, un frío recorrió mi espalda.

Su olor era diferente, era imponente y abrumador sensación que solo los alfas pueden producir en nosotras las omegas cosa que usan más que nada para mantenernos a su merced.

Tal aroma suele ser agradable, tentador y sumamente idiotizante salvo en mi caso. 

Te preguntaras porque sencillo pues al ser hija precisamente de un alfa debía de estar constantemente luchando contra su aroma lo que más que nada me ayudo a tener control por lo mismo nos volvemos menos propensas a ceder contra él, aunque con facilidad cualquier loba en mi condición caería a sus pies. 

Inmediatamente me percaté de ello empecé a preocuparme pues que aquellos dos estuvieran allí no significaba nada bueno ni para mí, ni para nadie.   

Así pues, empecé una batalla meramente consciente contra mí misma pues no podía dejar que aquellos me tocasen ni que descifraran por completo quien en verdad era pues con el simple hecho de entender mi identidad como omega aquellos podían intentar capturarme como cual trofeo para hacerme parte de su botín. 

Por varios minutos estuve batallando para mantenerme alejada de aquel chofer cosa que no fue sencilla la verdad pues el abiertamente insistía en querer tocarme, pero no lo podía permitir.

Yo ante nada sabía que debía rápidamente de encontrar una forma de huir lo antes posible, pero aquel no me daba ni el más mínimo respiró.   

Como pude a fin de cuentas logré escapar sin que hubiesen logrado tocar ni el más mínimo cabello de mi ser.

Sin más logre alejarme y darles la espalda dejándolos allí en medio de aquella carretera para con velocidad esconderme en el edificio que ahora es mi hogar.   

Sin descansar corrí, subí las escaleras que dan al primer piso y sin detenerme arribé a las otras dos hasta llegar al tercer nivel.

Así sin descansar tomé el pasillo hasta la puerta del apartamento y tras entrar, cerré aquella compuerta de golpe lo más asegurada posible.    

Entre aquellas cuatro paredes me encerré rogando a fin de cuentas por no ser del todo descubierta pues me había ya formado ideas un tanto aterradoras, pues los alfas suelen llegar a ser ante omegas, crueles y dominantes.    

… ¡Minutos más tarde! …    

Ha pasado alrededor de una hora junto a unos cuantos minutos y desde hace algún tiempo me encuentro sentada en la cornisa de la ventana luego de finalmente calmarme.

Allí busco distraer mi agitado ser contemplando como las calles de Belcier se alzan extrañamente preciosas al encontrarse sumamente iluminadas tras la noche caer, por las lámparas que recorren las aceras llenándola de luz a todo lo largo y lo ancho. 

Llevo un buen tiempo ya allí acomodada, rodeada por la nostalgia tras mis pensamientos estar constantemente bombardeados con viejos recuerdos del ayer.

Ante nada permanecía sumamente concentrada cuando de la nada empecé a sentir gracias a mi audaz audición como la perilla de la puerta de acceso estaba siendo particularmente movida de un lado a otro ya que alguien con insistencia buscaba abrir aquella de par en par provocando aquello que de nuevo el miedo se apoderara de mí.  

Intente de alguna manera serenarme para darle cabida a la lógica y a la razón, intente pensar quizás que de nada malo se trataría, pero a quien quiero engañar si los nervios que sentía por más está decir que eran bastante traicioneros y super abrumadores.   

Sin pensarlo dos veces, con gran velocidad y sigilo me puse de pie para con delicadeza paso entre paso acercarme hasta la puerta.

Una vez ya en posición producto de los nervios empecé a templar, ya que nunca en mi vida había estado ante otro alfa que no fuera mi padre y por alguna razón pensé que quizás aquel se encontraría del otro lado, falsas ilusiones mías probablemente.   

Valla sorpresa me llevé tras pegar mi cara a la puerta para observar por la mirilla y darme cuenta de quien era la persona que allí se encontraba aguardando del otro lado pacientemente pues solo se trataba de Lina. 

Verle me produjo la mayor sensación de tranquilidad al notar que mis ideas y pensamientos eran infundadas y carecían de realidad, así que con cuidado retiré las cerraduras de seguridad y abrí aquella puerta de par en par.   

— Hola.  

Con cual sonrisa aquellas palabras son emitidas por aquella chica quien observando a un costado se mantenía tras yo abrir aquella puerta, a la vez que continúa diciendo  

— ¿Qué sucede? Porque estabas encerrada de esa manera. 

— Lina y tu tan temprano en casa. 

Con cual risa de satisfacción pronuncie aquellas palabras intentando ocultar a la vista mis expresiones, mientras replicaba aquella frase pues curiosamente su presencia a pesar de ser una humana me brinda mucha paz luego de vivir este caos.   

— El señor Lombardi me pidió que me retirara, me ordeno que no te dejara sola, pero a todo esto no me has contestado ¿Qué sucede?   

Por más que lo quisiese no podía decir la verdad respecto a lo sucedido y solo el hecho de mencionarlo me haría probablemente ahondar en detalles, así que la mejor opción era pronunciar una simple mentira.  

— Es que como me iba a recostar un rato me daba pesar dejarla así sin seguridad, ahora bien, no comprendo a que viene eso ¿Qué no me dejaras sola? Y eso porque...   

Pronuncie intentando cambiar de tema. 

— No me dijo, solo recalco que era bueno que ambas pasáramos tiempo juntas.    

— Por un lado, se escucha bien y por el otro es extraño podría decirse que es extrañamente halagador viniendo del tío.   

Deje salir de mí una risa un tanto juguetona para evitar que el miedo aun presente en mi persona pudiera llegar a ser notado por ella, pero Lina permanecía allí estática observándome fijamente con curiosidad.

Así que aprovechando aquellas circunstancias en medio de tal momento aquella bienvenida paso a convertirse en un intento de huida ya que finalmente tras tenerle allí, cerrar la puerta e inicie mi huida hasta mi habitación.   

Pensé, que ya que no quería que aquella notara mi evidente malestar lo correcto sería marcharme y así ocultarme de ella era lo justo más que nada pues ante nada no quería hacerle parte de un castigo no merecido por su persona.

Pasado unos segundos la observé y empecé mi caminata por aquel pasillo que da en dirección a las recamaras, pero Lina tenía otros planes, pues no muy bien me vio dar algunos bagos pasos para avanzar en mi huida aquella chica me detuvo.    

— Espera un momento Emma quiero hacerte una invitación.   

— ¡Una invitación! De que clase — cuestionó mientras que de seguido me doy la vuelta.  

— Es algo sencillo la verdad, porque no nos vamos un rato hasta el bar que está en el mirador.   

— Ir hasta allá, ya es un poco tarde la verdad.   

— Sí, anda solo será poco tiempo, además aun no eh cenado y tengo muchísima hambre.   

— Suena bien, aunque no estoy de humor, no quiero salir.   

— ¿Por qué?   

— Solo no estoy de humor.   

— Tu así, eso sí es realmente extraño hasta ayer siempre que te eh mencionado algún paseo te llenas de emoción.   

Aquella risa nerviosa volvió a surgir en mi rostro esta vez cargada de dudas, por más que quisiera no podía decir ni una sola palabra de lo sucedido en aquel día, aunque lo ameritaba y mucho menos podía enfrentarla al peligro que conlleva el saber de nuestra existencia.   

— No es nada, solo estoy un poco cansada — recalque intentando que sus dudas fuesen disipadas.   

Algunos minutos más transcurrieron donde tuvimos un constante tira y afloja entre las dos.

Por un lado, ella se encontraba intentando con todas sus fuerzas convencerme y por el otro lado yo me encontraba intentando simplemente llevar la contraria para evitar el hecho de salir.    

La cuestión extrapolo y antes de siquiera darme cuenta Lina me había finalmente convencido.

Ante nada era sorprendente el nivel de insistencia y convencimiento que aquella era capaz de manifestar aun en su calidad de humana así que por tal razón a fin de cuentas se me hizo imposible el poder negarme ante su pedido.   

Pasado algún tiempo una vez ya cuando ambas finalmente nos encontrábamos listas salimos de Vinchenzo.

No muy bien llegamos a la acera un taxi se aproximó, no nos dio tiempo ni de pensar con claridad cuando aquel ya se encontraba a la vera nuestra dando la sensación de que el universo sí o sí nos quería en aquel lugar.    

Finalmente le arribamos y tras proporciónale la dirección al conductor aquel hombre piso el acelerador saliendo a toda prisa alejándose de la acera.

Aunque el camino no es relativamente largo hasta el mirador pues no más de diez minutos se toma subir a lo alto, para mí resulto ser más que eterno, y ya una vez en la cima justo al lado del bar aquel nos dejó.   

No sé si fue producto de tal impresión de lo vivido por mí en aquel momento o si el malestar que me consumía era significantemente desgastante, pero tras descender de aquel vehículo la sensación de escalofríos se adueñó de mis movimientos una vez más.

Así que por alguna razón nuevamente empecé a sentir miedo, aunque no era capaz de detectar ni el más mínimo rasgo de peligro a la redonda.

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