Capítulo 6: Enojo.

—Fue en defensa propia- me crucé de brazos. Estaba en la oficina del director Portillo. A mi lado se encontraba la pelirroja de supermercado y Christopher.

—Bien, según los guardias que acaban de revisar la cinta de seguridad todo muestra que la señorita Ramos solo platicaba con el joven Esparza y de pronto llega usted a atacarla— señaló a Marleny.

— Como todos saben no permito esta clase de comportamiento, Andrea se te llamará la atención, mientras que Marleny— Observa serio a la pequeña urraca. — Serás suspendida tres días por infringir con el reglamento y las demás participantes sancionadas con servicio comunitario— quería reírme por la cara que puso la susodicha.

— ¡Esto no es justo, ¡¿por qué a ella no la suspenden también?!

—Porque las pruebas demuestran que Andrea no tuvo nada que ver en esto, ni física y menos verbalmente.

—¡Mi padre pondrá una queja! Usted solo la libra del castigo por lástima, por lo que le pasó a su familia— aprieto mis manos en puño cuando escupe cada palabra. Quiero romperle la cara. 

—¡Basta! No permitiré este comportamiento, hágame el favor de salir de mi oficina y acatar con la sanción debida— reprendió el director. Marleny salió hechando humo, mientras mi mente solo luchaba para no pensar en lo que dijo.

— Lamento lo sucedido Andrea, no tomes en cuenta el comentario de tu compañera, creo que será mejor que vayas a descansar, pasaré un justificante a tus maestros— Suspiré y asentí con la mirada gacha. El director Maller conoció a mis padres, fueron amigos. Desde que sucedió el accidente se volvió un poco compadeciente de mí.  

Suspiré saliendo de la oficina. Ni siquiera me importó la presencia de Christopher. Porque a este pequeño punto, con lo que me había dicho, ya no podía llamarlo profesor.  Todos aquí fueron muy considerados conmigo cuando ocurrió lo sucedido.  Sé que la mayoría aún susurra por los pasillos; 

¡Pobrecilla!, ¡Oh es una pena lo que pasó!, ¡Siento lástima por Andrea!

Y sé que la verdadera razón por la cual no fui castigada fue esa. Ha pasado tan poco y a la vez tanto, lo superé, pero nunca lo enfrenté. El vacío vive en mí, y sin embargo siento como si algo pudiese llenarlo.

Camino a paso lento por los pasillos, de reojo veo como un par de maestros  están dándole su sanción a Clara y Luciana. Ya me disculparé con ella por haberle causado un problema.  Doy vuelta en un pasillo, estoy cerca de la salida cuando escucho unas pisadas fuertes, previamente siento como soy levantada de la cintura y metido a uno de los salones de cómputo vacíos. 

— ¡¿Pero qué diablos haces?!— el hombre que está frente a mi luce, molesto, con un ligero aire de preocupación y sensualidad. 

Alto, lo último no debí pensarlo, ese hombre no es para nada sensual.

—Me encanta saber que mi mate es todo una salvaje— soltó con un tono de voz que me puso los pelos de punta. 

—Eres un tonto, ahora déjame salir no tengo humor de discutir contigo.

— Un día de conocerme y ya me tratas como cualquiera— se acercó cortándome la respiración. Su perfume entró a mi sistema como una droga. Por alguna razón causaba una reacción en mi cuerpo.

—Eres mi mujer Andrea— levanté una ceja divertida y me crucé de brazos. Cambié el peso de un pie a otro tratando de lo mostrarme nerviosa.

—Yo solo soy su alumna.

— Te equivocas, tú eres MÍA.

— Hace mucho que dejé de ser propiedad de alguien— Susurré lo último dándome la vuelta y saliendo del aula, sin embargo algo me lo impidió. Él me lo impidió.

— Te demostraré que eres mía— me empujó de los hombros hasta la pared, su cuerpo estaba pegado al mío, nuestra respiración se mezclaba con el otro. Sus ojos se clavaron en los míos y sin previo aviso me retiro mis lentes dejándolos en algún lado.

—Tus ojos son los más bellos que he visto en mi vida— acarició mis labios con la yema de sus dedos. — y tus labios son los únicos que deseo

probar— sus manos se amarraron a mi cintura apretándome. Un jadeo involuntario salió de mi boca por la situación y el momento.

— Calma mi Luna, es solo tú cuerpo que   reacciona a mi presencia, porque tu corazón, y todo tu ser me pertenecen— mi mente estaba completamente en blanco, y no tenía palabras. Era como si este hombre me tuviese bajo algún encantó mágico. Bajo alguna droga. 

Le pertenezco, en alma y carne propia, es mi dueño, mi mate.

Pensó mi parte sumisa, mi parte idiota como humana. 

— Ya no puedo esperar más— susurró con voz ronca. 

Me acercó más a su pecho mientras unía sus labios con los míos. Algo dentro de mi se encendió y mi corazón empezó a latir tan rápidamente que era incapaz de pensar con claridad y separarlo. Me dejé caer, me dejé guiar por todas estas emociones y sensaciones que amenazaban con doblegarme.

Pasé mis brazos por su cuello correspondiendo al beso con tal intensidad que no fui capaz de notar en que momento me había levantado y posicionando sobre un escritorio, sus manos recorrían mi espalda. Mordí su labio como una salvaje, como si estuviese viviendo en una  fantasía. El sonido de la puerta de abierta y el grito fugas de Luciana me hizo separarme abruptamente.

Me faltaba la respiración, ambos miramos como la castaña tenía sus ojos y boca abiertos con sorpresa.

—No es lo que parece— chillé, pero toda intención por intentar convencerla se fue a la m****a cuando descubrí la posición en la que mi profesor y yo estábamos. Tragué saliva negando.

—Claro, continúen— hizo un movimiento con la mano restándole importancia. 

Sin embargo sabía lo molesta que estaba. La conocía perfectamente.

Se dió vuelta y salió. 

—Tengo que ir por ella— Murmuré tratando de bajar del escritorio.

— No pospongas más tiempo esto Andrea, ambos nos necesitamos± no respondí. Lo único que me importaba era hablar con Lucy.

«¿Cómo diablos iba a decirle que nuestro profesor es un hombre lobo y para acabarla de regar mi pareja de vida?»

...

— ¡Te estoy diciendo la verdad 

Luciana!— medio grito por la calle. Ella no a parado de caminar hacía su casa.

—¡Estás drogada si crees que voy a creer semejante estupidez, las historias que lees te están comiendo el cerebro!— regresó acelerando el paso. No podía segurle era mucho más rápida que yo. Aunque Le dije la verdad en cuanto la encontré antes de salir de la universidad, se negó a creerme.

Me quedo parada allí viendo como ella desaparece de mi campo de visión.

El timbre de mi celular empieza a sonar, frunzo el ceño al ver que no conozco el número. Me debato en contestar o no, cuando termina la llamada y vuelve a iniciar decido hacerlo, deslizo mi pulgar en la pantalla y me llevo el teléfono a la oreja.

— ¿Hola?— Susurro.

— ¿En dónde estás?— abro mi boca para hablar pero ningún sonido sale de si. 

—Andrea ¿en dónde coño estás?

— Avenida Vallarta Central Norte— me dí un golpe mental por haberle contestado.

— No te muevas de allí voy por ti— no me dió tiempo de replicar para cuando había colgado. Me mantuve de pie sobre la banqueta, viendo los autos y personas pasar. Eran las once de la mañana en unas horas debía empezar ha trabajar. 

Entonces veo a un auto estacionarse justo en frente de mí, bajando la ventanilla.

—Sube— ordena. Sinceramente no quiero discutir. Me adentro al automóvil, e inmediatamente su olor me hace suspirar.

—Me pasa lo mismo contigo— giro mi cabeza para verlo confundida.

— Tu olor, es como una droga, vainilla y bombones, eso hueles para mí.

Y no sé porque m****a sonreí.

— Iremos a desayunar porque sé que no has comido nada, puedo escuchar tu estómago gruñir desde un kilómetro de distancia, y luego pasaremos a la casa de tu amiga, si quieres explicarle lo que soy, se lo mostraré— formuló parándose en un semáforo. Me encogí en mi lugar por la vergüenza, aunque Tania razón, no había ingerido ningún alimento, mucho menos mis medicamentos.

Pero entonces recordé que no tenía tiempo, debía ir al trabajo. No podría estar con Luciana.

— No puedo tengo un empleo, no me dará tiempo para ambas cosas— una pequeña risa sale de su garganta. Lo miro sin saber por qué m****a se a burlado. Me mira sonriente.

—Debiste decir, tenías un empleo.

— ¿Disculpa?—  arrugué la nariz confundida.

— El dueño del local te corrió. Piensa que no mereces trabajar tantas horas y menos en un lugar tan estresante. 

Santiago jamás haría eso, él y Emily su esposa se han portado muy bien conmigo. Nunca han tenido alguna queja de mí.

— Lo que dices es mentira, Santiago jamás me correría.

—Santiago ya no es el dueño Andrea.

— ¿Qué?

— Compré la tienda, y te despedí.

Hijo de...

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