Capítulo 9
— ¿Es esto todo lo que tienes que decir? —Preguntó Ernesto, sonriéndole a Sofía—. Después de esa carrera de mecanografía impecable, lo menos que puedes hacer es ofrecerle a esta pobre esclava una buena comida.

La pobre esclava le lanzó una mirada hostil al intruso.

—No será necesario, señor Rivas. Ya he quedado para comer.

—No me sorprende —contestó Ernesto Rivas, contemplando su hermoso rostro—. Espero que ese afortunado la haya esperado.

Vicente Rivas le lanzó una mirada resentida a Sofía, que se sentía acalorada e irritada.

— ¿Está preparada la sala de conferencias para la reunión de esta tarde, señora Espinoza? —preguntó con furia el ejecutivo.

El color se acentuó en el rostro de Sofía y Ernesto observó sorprendido a la pareja.

—Desde luego, señor Rivas. Solamente falta colocar estos informes, pero los distribuiré ahora, por si acaso tardo un poco en regresar —añadió con toda intención, consultando su reloj. Le alegró descubrir que había dado en el blanco, pues Vicente Rivas
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