Capítulo cuatro. Chantaje

Emma no respondió, en su lugar se despidió con un beso de su madre y se dirigió a su habitación convencida de que su mamá esta vez le mentía. No sabía explicar lo que sentía, pero ella podía jurar que ese hombre, Michael Collins, era su padre.

Natasha cerró los ojos, odiaba mentirle descaradamente a su hija, más no tenía otra opción, la conocía bastante bien, como para saber que de confesarle la verdad insistiría una y otra vez en acercarse a él y francamente Michael no se merecía tener una hija como Emma, la verdad sea dicha, él no merecía nada de Emma.

Mientras tanto en otro lugar a pocos kilómetros de ahí, Ava Smith lanzó el bolso sobre el sofá, antes de desatar su ira.

—¿¡Es tuya!?

—¿Quién? —preguntó Michael aflojando su corbata.

—La niña de la Galería, la hija de esa pintora ¿Es tu hija? —preguntó con enojo.

Michael la vio caminar de un lado a otro, como lo hace un león en una jaula y por su postura sabía que no tardaría en saltarle a la yugular.

—Apenas la conocí esta noche, ¿Cómo puedo ser su padre? —sin embargo, Michael tenía la duda clavada como espina en su corazón.

—¡Son casi iguales! ¡Dos gotas de agua! Y tendrás que disculparme, pero yo no creo en las casualidades —espetó mirándolo con sospecha.

—¿No has escuchado que todos en el mundo tenemos al menos siete caras parecidas? Si no lo sabes deberías investigar un poco —le respondió sin ánimos de continuar con aquella discusión.

—¿Y qué hay de ella? La has llamado por otro nombre, ¿es el nombre de la mujer que fue tu amante hace más de cinco años? ¿Es esa mujer la causa de que no me puedas amar?

Michael quería gritarle que sí, que esa mujer era su mujer, la mujer a quien tuvo que renunciar por culpa de su abuelo y sin poder evitarlo evocó los recuerdos de aquel espantoso día.

«—¿Qué es lo que quieres esta vez abuelo? —preguntó Michael sin molestarse en saludar al hombre mayor delante de él.

—Quiero que te cases, que me des el gusto de conocer a mis bisnietos antes de morir, pero sobre todo lograr una fusión empresarial con Ava Cosméticos.

—No tiene ningún sentido, somos un conglomerado que se dedica a la explotación de minerales, entre otras cosas que nada han tenido que ver con la cosmética, ¿Por qué ahora? —le cuestionó el joven.

—Porque es un mercado que también quiero conquistar.

—Compra acciones entonces, crea una empresa desde cero, tienes los años y la experiencia que se necesita, pero no me estoy viendo casado por interés con ninguna mujer. No lo necesitamos, «YO» no lo necesito —remarcó ese no, porque él ya estaba enamorado de Natasha y nada le haría dejarla y mucho menos el día que le había pedido ser su esposa.

—Creo que no me has comprendido, no estoy pidiendo tu opinión en todo esto, Michael, he llegado a un acuerdo con John Smith y el matrimonio con su hija no tiene discusión —le anunció como si hablara de comprar un auto o firmar cualquier otra venta ¡Y él malditamente no estaba a la venta!

—¡Estás loco abuelo, no voy a casarme con Ava Smith, lo puedes jurar! —respondió poniéndose de pie nuevamente, no tenía sentido permanecer ante la presencia de su abuelo, porque definitivamente no iba a ceder.

—¡Te dije que no estaba preguntándote si querías o no, Michael! ¡Harás todo lo que te he dicho y también como lo he decidido o Natasha Jones será quien pague las consecuencias de tu desobediencia!

Michael se detuvo abruptamente, sus manos se apretaron en dos puños ante la amenaza lanzada por su abuelo.

—No sé de lo que hablas —dijo casi casi sin interés.

—¿No sabes quién es Natasha Jones? —le cuestionó Andrew poniéndose de pie.

—Sé perfectamente quien es Natasha Jones, ha sido mi asistente durante los últimos dos años. Una mujer muy eficiente, inteligente ¿No fueron esas cualidades las que te hicieron contratarla? —Michael se giró para ver a su abuelo a la cara, para darle más credibilidad a sus palabras.

—Exacto, fue por todas las cualidades que mencionaste que logró un puesto en esta empresa, pero se te olvidó mencionar lo eficiente que también ha sido en tu cama. No hay manera de engañarme Michael, y si quieres que esa mujer siga a tu lado, como tu amante o como lo que sea. Haz lo que pido, porque de lo contrario, tendrás que amar y llorarle a una mujer muerta o quizás a dos —sentenció.»

—Maldit@ sea Michael te he hecho una jodida pregunta, ¿Qué tan difícil es responder? ¿Quién es Natasha? —el grito de Ava, logró sacarlo de sus recuerdos.

—Natasha es una vieja amiga, la confundí con Dasha ¿Ves lo que te digo? Ella también se parece a alguien que conocí. Pasa lo mismo con la pequeña —aseguró.

Ava asintió y decidió cambiar de estrategia y poner las cosas a su favor.

—Si es verdad lo que dices, entonces… es hora de que tengamos un hijo. Michael, nuestras familias lo han esperado por cinco años, yo lo he esperado por tanto tiempo —el cambio brusco de tema alteró a Michael, habría preferido seguir la discusión, pero el cambio no era malo, por lo menos había logrado que Ava perdiera el interés en Emma y Natasha momentáneamente.

—No estoy listo para ser padre, Ava, mis responsabilidades en el conglomerado son muchas y la sociedad con tu padre es otro tanto que me deja sin tiempo.

—Hablaré con mi padre y con Andrew, estoy segura de que pueden darte una licencia si el motivo es un heredero —la mujer trató de convencerlo acercándose a él seductoramente.

Ava se arriesgó primero a quitarle la corbata y luego el saco, acarició el pecho del hombre por encima de la ropa y buscó hambrienta los labios de su marido.

La imagen de Natasha y de Emma acudieron a su mente y se sintió devastado. Apartó la cabeza a tiempo para que, los labios de su esposa, besaran su mejilla. La tomó de los brazos y con calma le dijo:

—Estoy cansado, Ava, mañana tengo que trabajar todo el día y hoy ha sido demasiado para mí. Qué tengas una buena noche —besó la frente de la mujer y caminó hacia su habitación.

Ava apretó los dientes con furia, mientras sus lágrimas caían por sus mejillas. Eran lágrimas de impotencia y de humillación, llevaba cinco años siendo la esposa de uno de los hombres más importantes en la ciudad de Nueva York, pero jamás había compartido su cama…

 Mientras Michael se dejaba caer sobre su cama, se pasó la mano sobre el rostro con evidente frustración pensando en Natasha y en esa pequeña niña. Un calor abrumador se extendió por todo su cuerpo, centrándose principalmente en el lugar que ocupaba su corazón.

Habían sido cinco largos años de angustia y de desesperación sin saber nada de ella, cinco años en los que se sentía más muerto que vivo. Cinco años de preguntarse: ¿Dónde? ¿Cómo estará? El dolor laceró su corazón y su alma al comprender que su Natasha lo había olvidado, se maldijo por no haberle dicho la verdad y buscar una manera de continuar juntos.

Con un poco más de calma tomó su móvil y marcó el número de su abogado y mejor amigo. Esperó impaciente porque él contestara la llamada.

—Jodido infierno, espero que tengas una buena maldit@ razón para despertarme a esta hora —gruñó el hombre al otro lado de la línea.

Michael levantó su brazo izquierdo para ver la hora en su reloj de pulsera, pasaba de la medianoche, era normal que Ryan le contestara tan amablemente.

—Lo lamento Ryan, pero es realmente urgente y si no hablo con alguien hoy terminaré explotando —se disculpó.

—Habla de una buena vez para que pueda seguir durmiendo —le apremió el hombre en medio de un bostezo.

—Necesito que investigues a una mujer —soltó sentándose de golpe

—¿Qué mujer?

—Su nombre es Dasha Petit, y…

—¿La pintora que ha llegado a Nueva York? —le interrumpió el abogado.

—Esa misma, necesito que me averigües todo de ella y de su hija Emma, supongo que tiene el mismo apellido de la madre. Quiero saberlo todo Ryan, ¿comprendes? Quiero saber absolutamente todo, desde la talla de su zapato hasta la pasta de dientes que utiliza —le ordenó.

—Bien déjamelo a mí, apenas tenga alguna información, te lo haré llegar…

—¡No, no! No quiero que nada de este asunto pase por la oficina, apenas tengas algo me llamas y pasaré a tu oficina, Ryan, esto es un tema muy delicado —le advirtió y su amigo comprendió.

—Bien, entonces estaremos en contacto. Buenas noches, Michael —Ryan se despidió y cerró la llamada.

—No hay manera que vuelvas a escapar de mi Nat y mucho menos con mi hija, porque estoy seguro de que esa hermosa e inteligente pequeña solo pudo nacer de ti —sonrió ante la idea de ser el padre de aquella pequeña de lengua afilada.

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