Capítulo tres. Una simple casualidad

Natasha casi dejó de respirar al escuchar la pregunta que su hija le había hecho a Michael, jamás se imaginó esta escena ni en sus más terribles pesadillas y vaya que había tenido muchas y en cada una de ellas Collins era el cruel y frío protagonista.

—Mamá… ¿Es él mi papi? —insistió Emma sin verla. Sus ojitos grises estaban fijos sobre Michael.

—Creo que te has equivocado de papi, querida. Este hombre que ves aquí es mi esposo y solo tendrá hijos conmigo —respondió Ava con crueldad, al notar que los presentes empezaban a mirarlos con curiosidad.

—Vamos Emma, tenemos que marcharnos —Natasha hizo un esfuerzo titánico para controlar su temperamento.

—Pero mamá, no podemos irnos así, ¿No has visto lo parecido que somos? —insistió la niña.

—Emma —había una advertencia en la voz de Natasha y la niña lo sabía. Sin embargo, no era suficiente como para detenerla.

—Pero míralo mamá, no puede ser una simple casualidad. ¡Somos como dos gotas de agua! —expresó sonriendo.

Ava se aferró al brazo de su marido y miró con más que enfado a la niña, porque no era ciega, ella también podía ver el jodido parecido entre ellos.

—Emma, has escuchado a tu madre, ¿quieres molestarla en un día tan importante? —le cuestionó Gerald al ver la situación en la que Natasha estaba metida.

Michael escuchaba el intercambio de palabras, pero no podía decir que las oía, porque él estaba casi en shock. Estaba sorprendido, porque la niña llevaba razón. Ellos eran como dos gotas de agua, la misma nariz, los mismos labios, el mismo color de los ojos, lo único que la pequeña pareció heredar de su hermosa madre; era el color caramelo del cabello. «¡Su madre! Si Natasha era la madre de la pequeña, era muy probable que el padre fuera él», darse cuenta de sus pensamientos, no le hizo sentir mejor, todo lo contrario. El recuerdo reciente de las cuatro obras de arte, tomaron un significado muy muy relevante. Relevante en todos los sentidos y su mundo amenazó con ahogarlo.

Michael se obligó a apartar la mirada de la pequeña que esperaba pacientemente por una respuesta de su parte, pero… ¿Qué iba a decirle? ¿Cómo podría él responder una pregunta tan delicada e importante? No había manera de decirle: Soy tu padre o de negarlo, porque ciertamente no lo sabía. No sabía absolutamente nada.

Vio a Natasha y la mujer frente a él estaba quieta, serena; era como si aquella pregunta hecha por la pequeña no la amedrentaron en lo absoluto. ¡Ella estaba tranquila, como si la situación en la sala fuera lo más normal del mundo! ¡Y un cuerno, no había nada de normal allí! Y él malditamente necesitaba respuestas, lo necesitaba tanto como respirar.

 —¿Hay algo que tenga que saber, Natasha? —su voz tembló al final de la pregunta, más no lo pudo evitar.

Natasha estaba lejos de sentir esa seguridad que aparentaba, el corazón le latía con tanta prisa que temía escupirlo si abría la boca. Tragó con disimulo y elevó una ceja con arrogancia, antes de responder:

—Tendrá que perdonarme, señor Collins —hizo una pausa. —Pero apenas se dé usted, su apellido. ¿Qué le hace suponer que tengo algo que decirle? Y mi nombre no es Natasha, sino Dasha Petit y yo no recuerdo haberlo conocido antes. Lamento no ser la persona que usted cree. Si me disculpa, tengo que atender a mis invitados y posibles compradores como toda artista lo hace —le dijo guiñándole un ojo, casi de manera seductora.

Michael apretó la mano en un puño dentro de su bolsillo; ella lo había negado en la cara y el dolor fue horrible, simplemente indescriptible, aun así….

—Señora Petit, por favor. Me gustaría hablar con usted —insistió, mientras sentía la mano de Ava apretarle el brazo.

—Será en otra ocasión, no tengo un trato preferencial por ninguno de mis posibles clientes —se disculpó—. Emma ven conmigo, cariño —pidió sin alterar la voz, sin mostrar cuán nerviosa y asustada estaba.

Emma miró primero a la mujer que se aferraba al brazo del hombre que pensaba, era su padre y luego giró su cabecita para mirar a su madre y sabía que en sus ojos había una clara advertencia.

—Sí, mamá —respondió antes de girarse de nuevo para mirarlo —Espero verlo en otra ocasión señor Collins, cuando no esté custodiado por el pitbull —soltó con una ligera sonrisa la pequeña.

—¡Emma!

—¡Voy mamá! —respondió caminando como toda una princesa. Pero que no engañaba a su madre.

—Se puede saber, ¿Qué ha sido eso? —siseó Ava con disimulo mientras todas sus alarmas saltaban.

—No ha sido nada, Ava. Sonríe, la gente nos mira y las cámaras no perderán oportunidad para demostrar que no somos tan perfectos como les hemos hecho creer todo este tiempo —respondió. No iba a hablar de nada más por el momento.

Y durante varios minutos se dedicó a perseguir a Dasha Petit, era una suerte que Ava no la conociera del pasado; era más que una suerte haber aceptado la invitación que hasta hace unas horas le parecía sin importancia, su abuelo seguramente no tenía una jodida idea de quién era Dasha Petit y eso era ganancia.

Mientras tanto Natasha se dedicó a atender a sus invitados, explicó con lujo de detalle algunas obras, mientras Gerald caminaba como un mástil detrás de ella; cuidándole la espalda y al pequeño terremoto que movió los cimientos de una mujer que había luchado para salir adelante.

—Estoy cansada Gerald y tengo hambre —se quejó Emma, mirando disimuladamente a Michael que paseaba de un lado a otro con el pitbull aferrada a su brazo.

—Ven cariño —le pidió Gerald llevándola a una esquina alejada de la multitud.

—¿Estás molesto? —le preguntó batiendo las pestañas y haciendo un pequeño puchero.

—No cariño, pero hoy es un día muy importante en la vida de tu madre, es SU momento ¿Comprendes? —Emma asintió.

—Lo sé, la vi trabajar hasta altas horas de la noche, sé la importancia que esto tiene para ella, no solo como artista, sino personal. Pero no puedo evitar sentir que ese hombre de allí…

—Deja de señalar niña —la interrumpió Gerald

—No lo haré más, pero no puedes negar que somos muy parecidos, tío Gerald, no puede ser una casualidad, mamá nunca habla de papá, ¿sabes lo difícil que ha sido para mí querer a un hombre que no tiene rostro? —preguntó con los ojitos tristes.

—Lo siento cariño, no quise ser muy duro contigo. No te acerques a ese hombre y espera para hablar con tu mami, ella es la única que tiene una respuesta para darte —le respondió sintiéndose culpable, pero no era un tema que él podía tratar con la pequeña.

—Te lo prometo —Emma extendió su meñique hacía Gerald y él sonrió.

—Eres una niña buena —le dijo el francés antes de dejarle un beso corto sobre la frente antes de tomarla de la mano y acercarse a Natasha que sonreía como si nada pasara.

Natasha se disculpó con la gente que hablaba antes de apartarse y volver con Emma y Gerald.

—¿Todo bien? —preguntó él tan pronto como se acercó.

—Sí, será mejor marcharnos, por hoy ha sido suficiente, los agentes pueden hacerse cargo de todo —Natasha quería salir corriendo desde el mismo instante que volvió a encontrarse con Michael, pero ya no era la misma mujer que huyó de Nueva York años atrás, ahora tenía un nombre y una fama que cuidar, porque ambas cosas le habían costado lágrimas, desvelos y dedicación.

—¿Se marcha señora Petit? —Michael se había acercado al ver las intenciones de Natasha de abandonar el recinto.

—Es correcto, señor Collins, tengo una hija pequeña que necesita mi atención. Ha sido un placer conocerlo —Nat extendió la mano para despedirse del hombre; era una completa locura, pero quería probarse así misma que el amor por él estaba muerto y enterrado.

—Lo mismo digo, señora Petit, tiene una hija muy hermosa —respondió apretando la mano de la mujer más de lo necesario.

La corriente que atravesó a la pareja fue lo más parecido a un rayo que surca los cielos en medio de una tormenta, iluminando y rompiendo todo a su paso.

Natasha fue la primera en retirar la mano y le sonrió a Ava. La mujer la miraba con ganas de asesinarla y ella solamente pudo agrandar mucho más la sonrisa.

—Que disfruten la velada, espero que al final de la noche, alguna de mis obras vaya con destino a su casa —sonrió y tomó la mano de Emma para salir del lugar.

—¡Es una descarada! ¡Te ha coqueteado en mis narices! —Ava estaba indignada, más que eso. Estaba furiosa porque Michael jamás la había visto cómo miraba a esa mujer, que por alguna razón le hizo pensar en la mujer que él perdió.

Natasha y compañía llegaron al hotel media hora más tarde, Emma había estado inusualmente callada, tanto que ni siquiera discutió cuando Gerald le dejó un abrazo a Nat.

—¿Qué sucede hija? —le preguntó a la niña al verla ausente.

—¿Michael Collins es mi padre? Nuestro parecido es demasiado para ser una simple casualidad.

—Pues es lo que es, una simple casualidad…

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