II - Puede besar a la novia

La última vez que a Nathaniel Giordano le impactó una mujer, había sido diez años atrás. Recordaba muy poco a su esposa, era una niña cuando se casó con ella y estaba convencido de que ella sería perfecta para el papel de esposa. Además, le hacía un favor. —Es injusto para ella... Bianca no tiene nada de culpa.

Recordó aquellas palabras que le dijo a su padre, quien, era amigo del padre de Bianca, a menos, de quién la crió. A pesar de que ella no le caía bien, no se merecía lo que le iban a hacer. La iban a dejar en la calle, sin nada, solo porque no llevaba la sangre de los Rizzó. "Es una bastarda", le había dicho su padre. Fue entonces cuando se le ocurrió. A él le habían impuesto una boda, a ella me quitaban su herencia. Él debía casarse. Y si iba a hacerlo, mejor con una mujer que entendiera que su relación era solo cortés. Algo con lo cual los dos se saltaban la desgracia. Las hijas del señor Rizzó, las de sangre, estaban liadas por él, y eran unas pesadas. Sin duda, se burlarían de Bianca al saber que no tendría nada, pero sería el karma para que Bianca ahora tuviera el doble de lo que pudiera perder. Fue así como redactó un falso contrato pre-nupcial para mantenerlos a todos contentos, el señor Francesco, padre de Bianca, aceptó de inmediato, solo quería deshacerse de la bastarda de su mujer y que por diecinueve años llevó su apellido.

Fue él quien la pidió como esposa. Fue él quien pagó la boda. Y fue él quien tuvo la idea de dejarla. Tendría los beneficios de una boda conveniente con la libertad de la soltería, su apellido iba a protegerla, su dinero iba a mantenerla, y sería la heredera de todo en caso de que él faltase, su vida estaría cubierta. No consumó el matrimonio. Estuvieron en el mismo lugar, en cuartos diferentes. Ella podría acostarse y ligarse a cualquiera, y él no se interpondría. El día de su boda ella le pareció preciosa. El vestido blanco sencillo, con el escote en "v" y el cinturón de piedras preciosas. El velo cubriéndole el rostro y sus ojos, como de ciervo asustado. Se pasó la ceremonia mirándolo con miedo, casi sin pestañear. Temblaba. Era la primera mujer que no caía a sus pies y eso lo descolocó un poco. Al besarla, sus labios le parecieron los más inocentes que alguna vez tocó, por la forma en la que ella se portó en toda la tarde y aún llegando al hotel, supo que era virgen y que no quería estar ahí. —No es momento de lamentarse. –Y no lo hacía, en diez años no había buscado a su esposa. No era necesario. Mensualmente su hermano le enviaba informes sobre como Bianca manejaba el viñedo y "Vino L'Amour" era la cosecha que mejor se vendía gracias a todo lo que hacía Bianca por aquel negocio. Tenía talento para aquello. No estaba preocupado. Igual, él con sus negocios en América, los clubes y los hoteles, le enviaba de manera semanal dinero a la cuenta que le había dejado a su mujer. Nada le faltaba y podía gastar a sus anchas.

Ahora había otra mujer en su cabeza. Rubia, ojos verdes, confiada. Totalmente diferente a la esposa que había dejado en Roma, castaña, de ojos marrones, tímida. —¿Señor? –Su asistente entró, le dejó una carpeta en la mesa y Nathaniel abrió. —Es todo lo que se sabe de Rose Lyndon-Holt. —Nathaniel leyó todo, que no pasaba de dos hojas. Por lo que decía, su misteriosa rubia venía de Londres, estaba recién en la ciudad y no había ninguna conexión a familias millonarias.

—¿Es todo?

—Todo. –Respondió el hombre. —Tal vez algún magnate la invitó a la fiesta y por eso fue.

—Tendría que preguntar, pero eso sería muy arriesgado. –Nathaniel miró la foto que tenía la carpeta. Ella era preciosa, tenía unos pechos voluptuosos y una cinturita estrecha. Podía imaginarse sus piernas largas, y gracias al vestido que usó, sabía que su espalda tenía un par de lunares. Buscar información de ella lo hacía parecer un tóxico, pero quería saber más. —Acosador. –Buscó en su billetera la última y única foto que tenía de su mujer. En el día de su boda. Una de las fotos que tomaron los fotógrafos, al lado de él. Tenía facciones muy delicadas, ojos de niña, desbordada inocencia.

—Puede volver a casa con la señora Bianca, señor.

—He estado lejos diez años. Ella no aceptará un esposo, Louis. ¿Tú crees que habríamos tenido alguna oportunidad? –Louis no quiso responder y Nathaniel se convenció en todos esos años de que no, ella no lo quería, él no la quería y solo la salvaba de la desgracia. Solo tuvieron un beso en la boda, no se conocían.

"Puede besar a la novia"

Cuando el pastor dijo esa frase y probó sus labios, sintió una inocencia que nunca más volvió a sentir. Cuando estuvo en su cuarto solo esa noche, quería ir a la habitación de su mujer y comenzar a probar su cuerpo, pero lo pensó, si estaba en lo correcto, y su novia era virgen, seguro no querría que un extraño le quitase la virginidad. No iba a ser especial para ella. Y fue mejor contenerse y buscarse una amante después. Además estaba el hecho de que la había humillado cuando era apenas una adolescente. Su hermano solía bromear con eso pero él había visto los ojos de ella. 

Le había roto el corazón. —De nuevo, Nathaniel. No es momento de pensar en eso. Ya han pasado años y Bianca debe agradecer que la ayudaste. 

Aunque no sabía la situación de Bianca, solo le decían que todo iba bien y los números en la empresa no mentían. Ella seguro que le iba de maravilla al ser una esposa sin marido a quien tener que darle explicaciones de nada. No iba a volver nunca y tampoco se divorciaría, ya que sabía que Bianca perdería todos sus beneficios si él la dejaba desamparada. Miró a Louis, su amigo y guardaespaldas y suspiró. —¿Pensando de nuevo en su esposa?

—Puede ser. ¿Crees que me odie?

—Es probable, señor. Pero podría verla y explicarle porque hizo lo que hizo. Muchas veces odiamos a las personas desde la ignorancia de sus acciones. No sabemos que los motiva, pero a veces hacen las cosas movidos por la desesperación del momento y solo buscan un salvavidas para no ahogarse. 

—Lo haré. Tal vez así podamos darle fin a la farsa y encontrar nuevas vidas. Es lo justo. 

***

Bianca se metía en su cama, la pijama de seda apenas le cubría los muslos, recordó porque estaba ahí. —Seducir a mi esposo. Concebir un bebé... —"Motivos egoístas para tener un hijo." Y sí, su mente tenía razón. —Hay cosas peores. Sin duda lo hay. -Sentirse sola era un motivo muy egoísta para conseguir embarazarse de Nathaniel, pero más que sentirse sola, quería alguien a quien amar. Volcar todo su cariño en una familia de sangre. Supo que era hija de su mamá, más no lo era del hombre que por muchos años creyó era su padre. Los últimos tratos que tuvo con sus hermanas fueron hostiles. Los bienes materiales se perdieron tras el accidente pues el testamento no la tenía a ella en él. Su padre le había tenido tanto odio por ser hija de otro hombre que la vendió al mejor postor. Su boda siempre fue una farsa, y la cláusula impuesta por su padre para castigar a su madre a través de ella fue que no tuviera hijos de otro hombre, pues Nathaniel estaba en su derecho de exigir paternidad. No se pudo divorciar tampoco pues de su esposo ausente solo obtuvo una negativa. Ya era momento que tomara la situación en sus manos. Era una Rizzó, era su apellido, su mamá había luchado por ella y por toda la familia y todas sus inversiones le fueron arrebatadas. Ella iba a recuperar lo que era de su madre, ella iba a formar la familia que quería. Le daba temor. Nunca había probado el sexo con un hombre, solo tocadas, su vibrador, pero ansiaba también sentir algo de calor de un cuerpo acompañante. —Y tiene que ser de Nathaniel, para que cuando la prueba llegue, él no tenga dudas. —Como Rose Lyndon-Holt solo tenía que seguir el plan, primero, fingir tener una relación, para los hombres, las mujeres prohibidas le parecían más tentadoras. Iniciar una aventura con él y luego, convencerle de alguna manera que ella tomaba anticonceptivos para que él bajara la guardia y se corriera en su interior tantas veces como pudiera. Luego se disculparía hasta la saciedad. Otro miedo la atravesó. Nathaniel podía quitarle a ese bebé si era de él. Era un riesgo que estaba dispuesta a correr. Él no podía ser tan malo, ¿o si? —Apenas lo conozco. Es más, estoy casada con un desconocido que servirá de donador de esperma y de dildo humano. –Si ella era egoísta por hacerlo, él lo era más. Le arrebató la oportunidad de conocer el amor con alguien más. La abandonó en una mansión. Constantemente le puso el cuerno, y encima, ni siquiera le dió una noche de bodas.

Su único contacto fue cuando el pastor dijo: PUEDE BESAR A LA NOVIA.

—¿Lo habrías aceptado si él se hubiera quedado? -No sabía como responderse esa pregunta, pero lo más probable es que sí. Había algo sagrado en el matrimonio y ella quería respetar ese vínculo, sin embargo, con su mentira estaba rompiendo ese pacto, pero se escudó diciendo que Nathaniel fue el primero en romperlo. 

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